—No lo sé, Silvia. Ando muy mal. Perdoname.
UNA ADVERTENCIA
Iba a comenzar, ya había puesto un papel en la máquina, pero su mirada empezó a
vagar por el cuarto, sin objeto. Luego volvió a la máquina mecánicamente:
OLIVETTI, leyó PRAXIS 48. Borio, pensó con simpatía. Y el gran Agostino Rocca. Por
fin pareció decidirse y escribió: "No olvidemos las recomendaciones de Fernando".
En ese momento le trajeron la correspondencia. Recorrió los sobres, hasta que se
decidió a abrir uno grande, desde Estados Unidos, con el trabajo de Lilia Strout
sobre el Mal en HÉROES Y TUMBAS. El acápite, tomado de la Biblia (Ecl. 3, 22),
decía: "Lo que es demasiado maravilloso para ti, no lo indagues; y lo que está más
allá de tus fuerzas, no lo investigues". Se quedó cavilando. Luego sacó el papel de
la máquina.
REPORTAJE
—Está satisfecho con lo que ha escrito?
—No soy tan canalla.
—Quién es Ernesto Sabato?
—Mis libros han sido un intento de responder a esa pregunta. Yo no quiero obligarlo
a leerlos, pero si quiere conocer la respuesta tendrá que hacerlo.
—Puede adelantarnos la primicia de lo que está escribiendo en estos momentos?
—Una novela.
—Tiene ya título?
—Generalmente lo sé al final, cuando terminé de escribir el libro. Por el momento
tengo dudas. Puede ser EL ÁNGEL DE LAS TINIEBLAS. Pero quizá ABADDÓN, EL
EXTERMINADOR.
—Caramba, un poco abrumadores, no?
—Sí.
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