imponderable. León pintaba bien. —Altura, 1 8 00 metros. (Del
DIARIO del Che Guevara.)
El Comandante buscaba una zona donde el terreno fuera menos desfavorable,
hasta que pudiéramos hacernos de refuerzos y alimentos. Pero para eso teníamos
que romper dos cercos: el que teníamos ahí no más, delante, y el otro, un gran
círculo en que se había desplegado el ejército, tal como lo sabíamos por los
comunicados de radio. Entre los últimos días de setiembre y los primeros de
octubre tratamos de mantenernos ocultos durante el día, aunque hacíamos algunos
sondeos para rastrear una salida. Para colmo ya no teníamos agua. Sólo un agua
muy amarga, que teníamos que conseguirla con grandes peligros, de noche,
borrando detrás los rastros. A pocos pasos sentíamos pasar los soldados, cada vez
en mayores cantidades y muy bien equipados. Cuando encendíamos fuego,
teníamos casi que cubrirlo con las mantas, para evitar que lo vieran.
Se calcula que el Comandante Ernesto Che Guevara debe de caer de
un momento a otro, pues está rodeado desde hace varios días por un
círculo de hierro. La tierra y las picaduras transforman aquí la piel de
cualquier ser humano en un manto de miseria. La vegetación
inextricable, seca y cubierta de espinillos, hace imposible casi todo
desplazamiento, aun de día, si no es por el hecho de los arroyos que
están todos estrechamente vigilados. No es posible comprender cómo
los guerrilleros pueden soportar este cerco de sed, de hambre y de
horror. "Ese hombre no saldrá vivo", nos dice un oficial. (De un
corresponsal de guerra)
Así llegamos al 8 de octubre. La tarde anterior habíamos cumplido 11 meses de
guerrilla. La madrugada fue muy fría. La marcha era muy lenta porque al Chino le
costaba andar de noche, el Moro venía con sus dolores en la pierna, y el
Comandante, sin remedios para su asma, sufría muchísimo. A las 2 de la
madrugada paramos para descansar. Seguimos a las 4. Éramos 17 hombres,
avanzando en la oscuridad y en un silencio angustioso por el cañadón del Yuro. En
cuanto salió el sol, el Comandante se puso a estudiar la situación, buscando una
cresta para alcanzar el río San Lorenzo. Pero los cerros eran casi pelados y la salida
iba a ser casi imposible. Entonces el Comandante decidió mandar tres parejas de
exploración: una hacia la derecha, otra delante y la tercera a la izquierda. Pronto
volvieron confirmando que teníamos todos los pasos cerrados. Tampoco podíamos
volver hacia atrás, porque el sendero que habíamos recorrido de noche era
imposible de día. El Comandante decidió entonces que nos ocultáramos en un cajón
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