Test Drive | Page 177

casi diez años, les escribí otra carta de despedida. Según recuerdo, me lamentaba de no ser mejor soldado y mejor médico. Lo segundo ya no me interesa, soldado no soy tan malo... Puede que ésta sea la definitiva. No la busco, pero está dentro del cálculo lógico. Si es así, va un último abrazo. Los he querido mucho, sólo que no he sabido expresar mi cariño; soy extremadamente rígido en mis acciones y creo que a veces no me entendieron. No era fácil entenderme, por otra parte. Créanme, solamente hoy. —Sí, Marcelo, a veces nos dábamos cuenta. Por ejemplo cuando murió Benjamín, un muchacho más débil que yo (se rió con timidez), pero tenía una fe bárbara. Sufríamos mucho en aquellas marchas, desde el principio fue muy duro, y ya en los primeros días muchos nos quedamos casi sin zapatos y con la ropa hecha pedazos. Mucho espinillo, esas plantas, y la piedra, los vados. La idea del Che era llegar hasta el río Masicurí, para que viésemos a los soldados por primera vez, no para entrar todavía en combate. Ya llevábamos un mes casi de marcha, con enfermos, los mosquitos, toda clase de sabandijas, el cansancio, las mochilas cada día pesan más, las armas. Al final de ese mes, casi no teníamos ya qué comer. En el Río Grande, Benjamín tuvo dificultades con la mochila, porque era como te decía muy débil y estaba muy agotado, realmente era una pena verlo arrastrándose de ese modo. íbamos por una faralla y no sé qué falso movimiento lo hizo caer al río, que venía muy correntoso y crecido, así que ni siquiera tuvo fuerzas para dar algunas brazadas. Rolando se tiró al río pero no lo pudo agarrar y ya no lo vimos más. Todos queríamos a Benjamín, era un compañero de primera. El Comandante no dijo nada, pero durante todo ese día no habló, iba silencioso y con la cabeza baja. Cada vez que hacíamos un alto o cuando nos reuníamos a comer algo alrededor de una fogata, siempre nos hablaba, enseñaba cosas. Esa noche nos dijo que las principales armas del ejército revolucionario eran su moral y su disciplina. Un guerrillero no debía saquear jamás una población, no debía maltratar a su gente y mucho menos a las mujeres. Pero además debía mantener su decisión de vencer, de combatir hasta la muerte por los ideales que habíamos abrazado. Y la disciplina era fundamental, dijo, pero no esa que nos imponen en el servicio militar, sino la disciplina de hombres que saben por lo que luchan y que saben que eso por lo que luchan es algo grande y justo. No dijo una palabra de Benjamín, pero su voz esa noche era distinta, y además todos sentimos que en lo que explicaba algo tenía que ver con Benjamín, con su manera de aguantar el sufrimiento. Porque muchas veces lo habíamos visto ayudar a Benjamín, a aliviar su carga, ya que él, el Che, llevaba siempre la carga más pesada y hacía las cosas más arriesgadas. Hasta cuando el 177