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No, no es uno, son varios los que están haciendo eso. Debe de haber algo, entonces. Pero a veces no es lo que creen, o por lo menos lo que algunos creen: no son consecuencia de lecturas. Con ese criterio, comprendés, cuando soñamos con fondos submarinos es porque hemos leído a Jung. Así que antes de Jung nadie soñaba con fondos submarinos. Es al revés, hombre: Jung existe gracias a esa clase de sueños. —Usted ha dicho a menudo que el arte y el sueño tienen parentesco. —Claro, al menos en el primer momento. En el momento en que el artista se sumerge en el inconciente, como cuando te dormís. Pero luego sucede un segundo momento, que es de expresión, observá bien: de ex-presión, de presión hacia fuera. Por eso el arte es liberador y el sueño no, porque el sueño no sale. El arte sí, es un lenguaje, un intento de comunicación con otros. Gritás tus obsesiones a otros, aunque sea con símbolos. Lo que pasa es que ya estás despierto y a esos símbolos se mezclan entonces lecturas, ideas, voluntad creadora, espíritu crítico. Ahí es cuando el arte se diferencia radicalmente del sueño. Comprendés? Pero no podés hacer arte en serio sin esa sumersión inicial en el inconciente. Por eso es ridículo lo que proponen esos tontos: el deber de un arte nacional y popular. Como si antes de dormirte te dijeras: bueno, ahora a tener sueños nacionales y populares. Silvia se rió. —Así que descendés de napolitanos. No. Por parte de madre había españoles. —Bueno, perfecto. Italianos, españoles, moros, judíos. Mi teoría sobre la nueva Argentina. Qué teoría. —Resultante de tres grandes fuerzas, tres grandes pueblos: españoles, italianos y judíos. Si lo pensás un poco, verás que nuestras virtudes y nuestros defectos vienen de ahí. Sí, claro, también hay vascos, franceses, yugoslavos, polacos, sirios, alemanes. Pero lo fundamental viene de ahí. Tres grandes pueblos, pero con unos defectos que bueno bueno. Un israelí me decía en Jerusalén: no es un milagro? en medio de un desierto? rodeado por trillones de árabes? a pesar de la guerra? Pero no, hombre, le respondí, es justamente por eso. El día que estén en paz, que Jehová no lo quiera, esto no dura ni un minuto. Te imaginás, Silvia, 2 millones de judíos sin una guerra ? Dos millones de presidentes de la república. Cada uno con sus propias ideas sobre vivienda, ejército, educación, lenguaje. Andá, goberná eso. El tipo que te venda un sándwich te sale hablando de Heidegger. Y el individualismo español? Y el cinismo italiano? Sí, tres pueblos grandes. Pero qué combinación, Dios, mío! Aquí lo único que podía habernos salvado era una buena y saludable guerra nacional, digamos hace unos cincuenta años. 149