(pensaba con asombro, recordando a Carlos torturado no ya por Cristo o Marx sino
por Codovilla): ni siquiera importaba que la doctrina fuese verdadera. El sacrificio
de Carlos fue un absoluto, la dignidad del hombre se salvó una vez más con su solo
acto. A pesar de haber sido un iluso, y precisamente por haberlo sido, Carlos
rescataba a la humanidad entera del cinismo y del acomodo, de la bajeza, de la
podredumbre. Ahí iban los dos. Al lado de aquel tímido aristócrata que renunciaba a
los privilegios de su clase, iba el otro, esmirriado y humilde. Quizá a morir por
alguien que un día habría de traicionarlos o defraudarlos.
Ahí iban por la calle Defensa. Hacia qué terrible pero hermoso destino?
HACÍA MUCHOS AÑOS
que S. no caminaba por el Parque Lezama. Se sentó frente a la estatua de Ceres y
quedó cavilando en su destino. Luego fue a tomar un café en el boliche de Brasil y
Balcarce, donde tantas veces seguramente Alejandra tomaba algo con Martín. Miró
distraídamente a su alrededor, había discusiones. Panzeri es un exagerado. No,
señor, es un tipo que no se vende, eso es lo que pasa. Panzeri no ve más que
desastres, el PRODE tiene su lado beneficioso, qué embromar. Un hombre joven,
casi un muchacho, al parecer bastante alto, leía un diario que le tapaba la cara. No
le habría llamado la atención si no hubiese advertido (vivía en permanente alerta,
no era para menos) que por momentos lo atisbaba por encima del periódico. Claro,
el hecho podía no tener trascendencia, quizá era uno de los tantos chicos que lo
conocía. Por lo poquísimo que alcanzaba a ver de su frente tenía la sensación de
haberlo visto en otras oportunidades. Pero dónde? Cómo?
NUNCA LO HABÍA VISTO
pero sin duda era él, lo habría reconocido entre miles, no sólo por sus fotografías
sino porque su corazón golpeó con violencia cuando lo divisó, en aquel rincón del
café, como si entre él y Sabato existiera una silenciosa y secreta señal que podía
establecer ese reconocimiento en cualquier lugar del mundo, entre millones de
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