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Su error lo volvió más condescendiente. Estaba bien, que no leyeran sus libros, era lo mejor que podían hacer. El sujeto llamado Puch se apresuró a decir que él los había leído todos. —No me digas —comentó S. con distraída ironía. Los muchachos seguían discutiendo y acusándose sobre estructuralismo, Marcuse, imperialismo, revolución, Chile, Cuba, Mao, burocracia soviética, Borges, Marechal. —Entonces? —Entonces qué? Lo que el Cosaco, con voz inadecuadamente aguda quería decir era si entonces había que dejar de escribir. —Y vos quién sos? —Mauricio Sokolinski, con i latina, ojo, 23 años, señas particulares ninguna. S. lo estudió. No escribía, por casualidad? —Debo admitirlo. Y qué era lo que escribía? Aforismos. Aforismos de un salvaje. Yo soy muy bruto, sabe. Qué clase de aforismos? — Usted me dijo que eran excelentes. —Yo? Cuándo? —Cuando le mandé el libro. Retrato en la contratapa. No le debe de haber impresionado mucho, se ve. Pero sí, claro, por supuesto. Sokolinski con i latina, naturalmente. Estaba bien, y entonces? Hay miles de revistas en los quioscos de la calle Corrientes que machacan lo mismo. —Qué. —Que la literatura no tiene más sentido. —Perdón —intervino S.—, pero esos chicos qué son? Obreros de la construcción, metalúrgicos ? —No, claro que no. Escritores, al menos escriben revistas. Entonces? Entonces qué. —Nada —afirmó Silvia—, que lo coherente sería que dejaran de publicar esas revistas. Que por otra parte no levantarán las masas del noroeste. Que agarren un fusil, que entren en la guerrilla. Eso sería coherente. —Pero aun admitiendo que entren en la guerrilla —prosiguió S.—, eso hablaría muy bien de los que se deciden, pero no por eso quedaría invalidada no ya los libros tipo Marx o Bakunin sino la literatura en sentido estricto. Es como si la medicina hubiese quedado descalificada por la actitud de Guevara. Otra cosa: cuándo un cuarteto de 133