Test Drive | Page 126

Mientras esperaba su turno, un muchacho lo miraba desde una mesa. Finalmente se levantó y con indecisión caminó hasta él. Quería saludarlo, simplemente saludarlo. —Leí sus libros —comentó con una sonrisa, con titubeos—. Me llamo Bernardo Wainstein. Era una cola larga, había mucho que esperar y la situación se volvió difícil. Los dos estaban turbados. Era estudiante? No, era empleado. El muchacho se quedó mirándolo. —Usted quiere decirme algo. Sí, claro, tendría tantas cosas que preguntarle. Repitió la palabra tantas, que enfatizaba levemente pero con ansiedad. Y de pronto, como decidiéndose, dijo "la crueldad". S. lo miró de una manera interrogativa y Wainstein se turbó. —Diga, diga. —Usted es partidario de un cambio social. Sí, por supuesto, todo el mundo lo sabía. El diálogo pareció al borde de su fin, sin haber más que comenzado. El muchacho no veía cómo conciliar las dos observaciones, cómo establecer una relación lógica entre ellas. Y aunque S. sospechaba el nexo tampoco sabía cómo salir de la situación. Le dio pena. —Usted, me parece, quiere decirme que mis novelas están plagadas de crueldad y hasta de episodios despiadados, no es así? Wainstein lo miró. —Observaciones e ideas de Castel y de Vidal Olmos, no? La maestrita del Informe sobre Ciegos, no es cierto? Sí, pero, por favor, que no lo tomara a mal, no era su intención, cómo explicarle. El no era quién. Estaba muy incómodo y evidentemente se había arrepentido. Pero, haciéndole un gesto con la mano, como para tranquilizarlo, S. prosiguió: —Y cómo se compagina esa crueldad, esos sarcasmos de Vidal Olmos contra el progreso, con una posición de izquierda, no? Wainstein bajó la cabeza, como si fuera culpable de esa contradicción. —Sí, por qué avergonzarse. Usted me ha hecho una excelente pregunta. Yo mismo me la he planteado infinidad de veces, cuando permanezco perplejo y hasta abochornado por ser capaz de ideas tan perversas. —Bueno, pero hay otras, por favor —se apresuró a decir el joven—. El sargento Sosa, Hortensia Paz, qué sé yo... S. lo detuvo con un gesto. 126