tendría sei año, golpeando lo tacho a todo lo que dábamo. Pa nosotro lo pibe era
una fiesta, pero mama lloraba cuando vio que empezaban a bajá la primera
langosta. Y a la final, tacho o no tacho, ya no hubo nada que hacé. Entonce el viejo
gritó basta carajo basta y ordenó a Panchito y a Nicolá que seguían corriendo de un
lao alotro que se sosegaran, que se quedaran quieto... El viejo estaba como ido, y a
nosotro no daba mucho miedo, porque se había sentao como un mudo en esta
sillita enana que reservaba pa tomá mate. Bajo el alero estaba y miraba como un
tullido cómo la langosta se comía todo. No se le movía ni un pelo y durante vario
día no dijo esta boca é mía. Y despué, de golpe, dijo vieja no vamo al pueblo, esto
se terminó, carguen todo en la chata dijo, y todo corríamo a hacé lo que el viejo
ordenaba sin chista porque estaba como loco, aunque no levantaba la vo. Y cuando
hubimo cargao todo y estábamo todo listo, la vieja no quería salí del rancho y
entonces el viejo fue y le dijo con calma salga vieja, salga de una ve, esto se
terminó, qué le vamo a hacé, somo pobre, no tenemo suerte y vamo a probá
suerte al pueblo. Pero la vieja que no se quería mové del lao el fogón, siempre
llorando, y por fin el viejo lagarró diun brazo y larrastró al sulky. Y cuando salimo y
cerramo la tranquera el viejo se quedó mirando el rancho un rato largo sin decí una
palabra, pero creo questaba como queriendo llorá, hasta que se dio vuelta y dijo
vamo, y así no fuimo pal pueblo con la perrada atrá. Te prometo que no quedaron
ni lo piojo.
Durante un tiempo Carlucho permaneció en silencio, tomando su mate, mirando el
suelo. Luego prosiguió.
—Bueno, como tiba diciendo, el viejo puso un puestito e carne con lanimale que le
fiaba don Pancho y vivíamo en el rancho que había en el corralón, que también era
de don Pancho.
—Entonces fue cuando vino el cirquito.
—Esato. Entonce el tata lalquiló el corralón por 50 nacionale.
—Cincuenta nacionale?
—Bah, cincuenta peso. Pero testoy hablando de 50 peso diaquel tiempo, peso
fuerte. Entonce pusieron el cirquito. Tenía un picadero de 10 vara y había función lo
jueve, lo sábado y lo domingo. Lo sábado y lo domingo matiné, vermú y noche.
Claro, cuando había público. A vece no había má que cinco o dié persona y entonce
don Fernande apagaba lo farole e carburo, se ponía mal, tomaba caña y le pegaba
a doña Esperanza, quera su mujé y equilibrista, y a Marialú quera lija y era
lecuyere. También había un toni, quera lermano e doña Esperanza, pero no se
metía cuando don Fernande le pegaba. Don Fernande hacía un número peligroso,
tirando cuchillo.
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—Y vos trabajabas también?
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