—No sé, Nacho. Pa serte sincero, esto circo de ahora no valen un pito. El tiempo de
lo grande circo ya pasó...
Con el mate en la mano, se quedó pensativo, soñador y nostálgico.
—Mucho año...
Luego, volviendo a la realidad, agregó:
—Debe sé un cirquito de mala muerte.
—Pero cuando vos eras chico también había circos chiquitos. No me contaste de
aquel circo?
Sonrió bondadosamente:
—Bueno, claro... el circo e Fernande... Pero aquello circo grande de mi tiempo, de
eso no hay má. Se terminaron... Lo mató el biógrafo.
—El biógrafo? Qué es el biógrafo?
—El cine le dicen ahora. Eso lo mató.
—Pero por qué, Carlucho?
—É un asunto complicado pa un niño. Pero te doy mi palabra: vino el biógrafo y
buena noche.
Se ceba un mate y vuelve a sus pensamientos. En su cara se dibuja una leve
sonrisa, pero una sonrisa empapada de tristeza.
—En el 18 vino el Toni Lobandi... Ocupaba toda la plaza España...
—Pero contame del cirquito de Fernández.
Chupó profundamente el mate, como si en lugar de chuparlo lo pensara.
—Desde la langosta... Y bueno... Mi padre le trabajaba un campito a don Pancho
Sierra, entre Cano y Basualdo. Un hombre muy bueno. No sólo curaba, también
daba remedio al pobrerío. Tenía una barba larga y blanca, hasta aquí. Medio mago
era. Cuando nacían lo chico mi madre se lo llevaba ante e cristianarlo, y él le decía
éste le va a viví éste no le va a viví. Fuimo trece hermano, ya te conté. Y bueno,
don Pancho le anunció que tré no le iban a viví: ni la Norma, ni la Juana, ni la
Fortunata.
—Y se murieron? —preguntó Nacho, maravillado.
—Y claro —respondió Carlucho con sencillez—. No te digo quera medio mago? Así
que mama se resinaba de antemano, porque don Pancho le decía vea doña
Feliciana no llore y resínese, que así lo quiere Dio. Pero lo mismo mama lloraba y la
cuidaba, pero lo mismo se moría. Así é la vida, Nacho.
—Ahora contame por qué se fueron del campito.
—Mi viejo era italiano. Allá por el año 16 perdió hasta lúltimo centavo. Pa serte
franco no hay espectáculo má imponente que la grande manga de langosta. Se
oscurece todo el cielo y lo chico salíamo a golpeá tacho e kerosén. Pero qué. A la
langosta no la vence nadie. Como decía la vieja, hay que resá pa que pasen de
largo y eso é todo. Si bajan, buena noche... Me recuerdo como en un sueño, yo
122