—Cómo, adónde? No te acabo de decí que lo linyera eran como lo pájaro? Adónde
van lo pájaro? Lo sabé vo?
—No.
—Aí tené lo que te digo, sonso.
Se quedó pensativo, añorando.
—Me parece que lostoy viendo —dijo—. Alto y flaco, con su barba casi colorada y
lojo azule clarito. Con latado al hombro. No quedamo todo viendo cómo siba entre
la casuarina, y despué al camino. Quién sabe adónde.
Carlucho miraba hacia el parque, como si lo estuviera viendo alejarse entre los
árboles, hacia el infinito.
—Y no lo viste nunca más?
—Nunca má. Vaya a sabe si ha muerto.
—Qué nombre raro, Luvi, no?
—Sí, nombre destranjero. Era alemán o italiano, pero no sé, porque no era italiano
como mi padre. Decía que era de una parte rara, que ahora no sé. Luvi. Eso é.
Vino, hizo alguno trabajito de mecánico, arregló uno motore, algo en una trilladora.
Sabía de todo. Y de noche, al galpón de lo pione esplicaba lanarquismo.
—Lanarquismo?
—Sí, leía un librito que tenía y esplicaba.
—Y qué es lanarquismo, Carlucho?
—Yo soy un bruto, ya te dije. Qué queré? Que tesplique como Luvi?
—Bueno, pero decime algo. Era un cuento como ese que me contaste de
Carlomano.
—Pero no, sonso. Otra cosa.
Se cebó un mate y se concentró profundamente.
—Te voy a hace una pregunta, Nacho. Atendé bien.
—Sí.
—Quién hizo la tierra, lo árbole, lo río, la nube, el sol?
—Dios.
—Bueno, está bien. Entonce son pa todo, todo tienen derecho a tené lo árbole y a
tomá el sol. Decime, lo pájaro tiene que pedile permiso a alguien pa volá?
—No.
—Puede andá y vení en el aire, y hacé el nido y tené la cría, no é así?
—Claro.
—Y cuando tiene hambre o tiene que alimentá lo pichone va y busca alguna cosita,
alguna semilla y se lo lleva. No é así?
—Claro.
—Y bueno, el hombre, esplicaba Luvi, é como el pájaro. Libre de í y vení. Y si tiene
gana de volá, vuela. Y si quiere hacé un nido, lo hace. Porque la semillita y la paja
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