Test Drive | Page 114

explicaría el carácter profético que alcanza en algunos momentos, aunque sea en la forma enigmática, simbólica o ambigua de los sueños. En parte, por la índole oscura de ese continente, que quizá entrevea nuestra alma como a través de un vidrio sucio, por la imperfecta desencarnación. En parte, porque quizá nuestra conciencia racional no es apta para describir un universo que no se rige por la lógica cotidiana, ni por el principio de causalidad. También porque el hombre no parece ser capaz de soportar las visiones infernales. Es cosa de instinto de conservación, simplemente. —De quién? —Del cuerpo. Ya te dije que en el sueño o en la inspiración no estamos completamente desencarnados. Y el instinto de conservación del cuerpo nos preserva con máscaras, como esos trajes de amianto de los tipos que tienen que entrar en un incendio. Nos preserva con máscaras y símbolos. La Beba lo miraba. Lo miraba con ironía o con ternura? Quizá con la mezcla de ironía y ternura con que las madres miran a sus hijos fantasiosos jugar con tesoros o perros invisibles. —Qué estás pensando? —preguntó S. con desconfianza. —Nada, sonso. Pensaba, no más —dijo ella con la misma expresión. —Bueno, sigo. Los teólogos han razonado sobre el Infierno, y a veces han probado su existencia como se demuestra un teorema. Pero sólo los grandes poetas nos han revelado la verdad, dijeron lo que han visto. Entendés? Lo que han visto de verdad. Pensá: Blake, Milton, Dante, Rimbaud, Lautréamont, Sade, Strindberg, Dostoievsky, Hölderlin, Kafka. Quién es el arrogante que puede poner en duda el testimonio de esos mártires? La miró casi con severidad, como pidiéndole cuentas. —Son los que sueñan por los demás. Están condenados, entendé bien, CONDENADOS! —casi gritó— a revelar los infiernos. Se calló y durante un rato se produjo un silencio. Después, como si hablara consigo mismo, agregó: —No sé dónde leí que Dante no hizo otra cosa que traducir ideas y sentimientos de su época, los prejuicios teológicos en boga, las supersticiones que estaban en el aire. Sería así, simplemente, la descripción de la conciencia y de la inconciencia de una cultura. Quizá haya algo de verdad. Pero no en el sentido que pretenden esos sociólogos del horror. Yo creo que Dante vio. Como todo gran poeta vio lo que las pobres gentes presienten de manera menos precisa. Los tipos que lo veían pasar por las calles de Rávena, silencioso y flaco, comentaban en voz baja, con sagrado recelo: ahí va el que estuvo en el Infierno. Sabías eso? Palabras textuales. No hacían una metáfora: esa gente creía que Dante había estado en el Infierno. Y no 114