—Bueno, está bien, admitamos esa primera vaguedad. Y qué le comentó Saleme a
ese incierto caballero de nombre indefinido?
—Le dijo que Lalo no tendría mucho tiempo para reírse de él, porque dentro de muy
poco moriría en un accidente de auto: esa misma tarde.
Beba miró al doctor Arrambide significativamente, pero su interlocutor pareció
esperar la continuación. Con visible ironía, Beba agregó:
—Supongo que al menos sabrás eso. Que a Lalo lo mató un auto esa misma tarde.
Sí o no?
—A Lalo Palacios lo mató un coche?
—Pero qué estás diciendo! Con vos no se puede hablar, sos de una mala fe
inconmensurable. A Lalo Etcheverry, hombre. De quién estamos hablando?
—Me parece haberte oído mencionar a Lalo Palacios, hace un momento.
—Entonces lo admitís?
—Admitir qué?
—Te estoy diciendo que Saleme vaticinó que esa misma tarde, al salir de casa de
Lou, Etcheverry moriría en un accidente de auto.
—Está bien, admito que Etcheverry murió en un accidente de auto. Pero cómo
estamos seguros de que la muerte fue predicha?
—No te estoy diciendo que hubo cantidad de testigos?
—Recién me pareció entender que Saleme le dio esa noticia mortuoria, supongo
que en voz adecuada, no a gritos, a un caballero que hasta este momento ha
preferido permanecer de incógnito. Y al parecer sería el único testigo verdadero, no
es así?
—Eso no lo sé. No sé si lo que comentó Saleme fue oído por otros, pero lo cierto es
que después del accidente todo el mundo lo comentó.
—Después que Etcheverry murió? Conozco esa clase de jactancias de los videntes.
—Pero y el otro, el que lo oyó?
—El otro? Hasta ahora es tan misterioso que no me has podido dar su nombre.
Además, puede ser un cómplice del turquito ese, o por lo menos uno de esos
individuos que están siempre dispuestos a ayudar al presunto adivino. Quién sabe
si Saleme no dijo algo por el estilo de qué barbaridad la forma en que últimamente
se muere la gente en la calle.
—Si seguís hablando con tanta mala fe, Carlitos, mejor es que cambiemos de
conversación. Ya me estás hartando. Te digo que había mucha gente allí, hasta
Ernesto estaba.
—Está bien, sigamos. Te vas a poner muy nerviosa, vas a somatizar y después soy
yo el que tiene que luchar con tus eccemas. Dale.
—Los que oyeron a Saleme quedaron impresionados y algunos decidieron
acompañar a Lalo por lo menos a cruzar la Avenida.
107