—Ese turquito? No sé... si vos lo afirmás...
No era cuestión de hacer ironías baratas! No lo afirmaba ella, lo sabía todo Buenos
Ares. Pero él tenía la mentalidad de un lector de José Ingenieros y no creía más que
en tibias, peronés y metacarpios, que era lo que llamaba hechos y todo lo demás
era macaneo. Y además, tenía esa costumbre de negar lo que él PERSONALMENTE
(dijo la palabra a gritos, casi encima de la cara del doctor) no hubiese visto. Así que
para ser consecuente debía negar la existencia del Matto Grosso, ya que nunca
había estado ahí. Sí o no?
El Dr. Arrambide retrocedió un poco porque casi no podía hablar con el vaso de la
Beba encima.
—No veo por qué me haces contemporáneo de los hermanos Wright. Los chicos
siempre piensan que un hombre de 50 años es viejísimo y tiene la obligación de
recordar la llegada de la Infanta Isabel.
Como si esa reflexión confirmara sus presunciones, de acuerdo con la lógica privada
de la Beba, concluyó:
—Entonces no creés en la videncia.
Arrambide se dirigió a S., que miraba el suelo. Lo intimó:
—Usted es testigo. Dígale a esta bacante si yo negué la posibilidad de la videncia.
S., sin levantar la vista, dijo que no.
—Ya lo ves. Ni creo ni dejo de creer. Si un caballero me prueba con hechos que es
capaz de ver lo que hay en el cuarto de al lado, cómo no voy a admitirlo? Soy
científico y estoy acostumbrado a admitir lo que me demuestren.
—Claro, claro! Es lo que decía, tenés que ver todo en persona. Si otros lo vieron, al
doctor Arrambide no le consta personalmente y deb e ponerlo en duda. Hay mucha
gente que ha comprobado las videncias. Oí bien lo que te estoy diciendo:
COMPROBADO!
—Habría que examinar con espíritu científico esos famosos testigos. Casi todos son
mistificadores o infelices dispuestos a creer lo que le cuentan.
—Claro, Richet era un mistificador o uno de esos sonsos, no? Hace un momento
hablaste de rayos X. Supongo que no me vas a decir ahora que Crookes era uno de
ésos.
—Crookes? Por qué?
—Cómo por qué? No sabés que fue un estudioso de esos fenómenos?
—A qué edad?
—Cómo a qué edad? Qué sé yo a qué edad?
—Es muy importante. Pascal a los veinticinco años se volvió místico. Y no vas a
garantizar cualquier gansada que haya dicho a los treinta y cinco años porque a los
doce haya inventado una geometría. Si el viejucho Rockefeller me recomienda
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