A algunos de los cuales les aduce que está sufriendo un inexistente ataque de gota,
que por otra parte se produce apenas invocado. Ataque que le dura quince o veinte
días y que es aprovechado para leer de una buena vez el QUIJOTE, prometiéndose
que apenas salga del dolor se pondrá a escribir.
Proyecto que debe ser postergado por un hecho que le cae como un rayo en un día
de sol: alguien quiere hablarle de un asunto, pero de un modo personal, por favor,
no telefónicamente. Subraya esta condición. Un asunto? El desconocido da infinidad
de vueltas hasta que debe aludir al motivo de la entrevista: algo vinculado con lo
que ha escrito sobre los Ciegos. Caramba, cómo lo lamenta, pero no podrá reunirse
para discutir ese asunto, por muchos motivos, pero principalmente porque él no
puede ser responsable de lo que diga o haga uno de sus personajes. El Desconocido
aparenta admitir el argumento, pero a los pocos días insiste en su pedido y habla
circunstanciadamente con la empleada. Luego intenta dos veces más hablar con S.,
quien no lo atiende. Pero que a causa de ese llamado ha desistido nuevamente de
su proyecto de escribir.
Se limita a permanecer sentado en su cuarto de trabajo, durante horas, mirando un
rincón.
SEGUÍA SU MALA SUERTE, ERA EVIDENTE
pero no podía volverse atrás, así que se hundió en un sillón, jurándose que, pasara
lo que pasare no intervendría. Los ojos de Beba despedían rayos lasser.
—Lo único que falta —gritaba— es que negués la videncia.
A lo que el Dr. Arrambide, ajustándose la corbata y estirando las mangas de su
camisa azul, con su cara de permanente sorpresa, respondió que él quería hechos,
no generalidades. Hechos, mis amigos. Además, todo dependía de lo que se
entendiera por videncia: un radiólogo que descubre un tumor con rayos X, por
ejemplo, ve cosas que otros no ven. Los ojitos de Beba fulguraron con acida ironía:
—Sos de las personas que eyaculan con sólo ver una foto de los hermanos Wright.
Y ahora me venís con esa antigüedad de los rayos X.
—Te digo. Es un ejemplo. Tal vez ciertos sujetos emitan rayos que todavía no
conocemos.
Sí, claro, típico. Acercándose amenazadoramente con su vaso de whisky, le exigió
que concretase: creía en Saleme, sí o no. Arrambide se ajustó el nudo de la
corbata, estiró las mangas de la camisa y respondió:
104