Comenzará a escribir al día siguiente. Es una decisión fundada y viene acompañada
de cierta animación. Sale a caminar en un estado favorable y aunque por el lado del
poniente ve el dibujo de una nube que no sabe bien por qué vuelve a
desasosegarlo, olvida el incidente y una vez en el centro recorre la calle Uruguay,
cerca de los Tribunales, examinando las vidrieras que siempre despiertan su
interés, acaso suscitado por recuerdos de infancia: con mucho cuidado, tratando de
no perder detalles, las recorre de modo sistemático, ya que es fácil perderse por la
cantidad abigarrada de objetos: lápices de colores, gomas de pegar, cintas scotch
de diferente tamaño y colorido, compases, abrochadores japoneses, lupas. Son
varias papelerías y el recorrido le produce una cierta euforia que juzga de buen
signo para la tarea que ha de recomenzar al día siguiente. Luego toma un café en
EL FORO, compra LA RAZÓN y lee con cuidado las noticias, empezando desde atrás,
ya que, según ha comprobado a lo largo de su vida, los diarios y revistas están
hechos al revés, y las cosas más interesantes están siempre en las últimas páginas.
Esa noche se duerme con un sentimiento que si bien no es de alegría se parece a la
alegría: la misma relación que puede haber entre el color de un malvón y su
recuerdo. Cuando se despierta siente un fuerte dolor en el brazo izquierdo, que le
impide usarlo. Imposible hacer nada con la máquina.
Al cabo de una semana y pico el dolor se hace tolerable, pero entonces llega el
Profesor Dr. Gustav Siebenmann, de la Universidad de Erlangen.
Cuando se va el profesor, se ha acumulado tanta correspondencia que decide
dedicar dos o tres días a su respuesta, para no tener interferencias en el momento
de escribir. Y está por terminar esa tarea cuando recibe una carta del doctor
Wolfgang Luchting que le detalla sus últimos problemas con la doctora Schlüter, a
propósito de la traducción. Qué debe hacer? Personalmente, él, Luchting, opina que
debe cambiarse de traductor.
No es tanto el trabajo de allanar esas dificultades, las cartas que debe escribir a
Luchting y a la doctora Schlüter para suavizar la situación, sino la certeza de que
algo vuelve aviesamente a interponerse en su proyecto. Con todo, pero ya con
esfuerzo, comienza a escribir. Momento en que Noemí Lagos le telefonea para
decirle que Alfredo dice que alguien le dijo que G. dijo (dónde, cómo) que él,
Sabato, ha dicho no sé qué cosa, de modo que Noemí opina que él debe aclarar
(pero a quién, cuándo, de qué manera?) que tal versión es inexacta.
Se sume en una depresión que dura varios días, durante los cuales piensa que a)
no vale la pena explicar a G. nada de algo que no ha expresado, b) que no vale la
pena explicar nada a nadie sobre ningún asunto, presente, pasado o futuro, c) que
es mejor no ser persona pública y d) que lo mejor de todo sería no haber nacido en
absoluto. Programa tan vasto y difícil de llevar a cabo, sobre todo lo del no
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