Oesterheld, Héctor – El Eternauta y otros cuentos de ciencia ficción
tiempo. Porque sólo unos pocos de entre ustedes podrán luchar contra el
Enemigo.
Tragué saliva, y no debí ser el único, porque el mano contuvo una sonrisa.
—No se lo esperaban, ¿eh? Sin embargo, ya les dije que la vida en la Galaxia
es dura, muy dura, como no lo imaginaron nunca los habitantes de la Tierra...
Ni sombra ya de la sonrisa en los labios del mano.
—Necesitamos guerreros. Pero sólo nos interesan los mejores. Sólo los mejores
pueden recibir nuestras armas. Ustedes demostraron al sobrevivir, al luchar
contra nosotros, ser los mejores en la Tierra. Ahora procederemos a elegir a
los mejores entre ustedes... Veamos... —el mano recorrió con la vista una
especie de tablilla—, son ustedes en total uno quinientos hombres... Nos
quedaremos sólo con cien... Es decir, con uno de cada cinco. Miré a Favalli, él
me miró a mí. ¿Cómo harían la selección? ¿Qué destino darían a los terrestres
que no fueran elegidos?...
—Casi todos ustedes —explicaba ya el mano— han sobrevivido actuando en
parejas. Según parece la asociación más eficiente es un grupo de dos...
"Ninguna mujer entre los elegidos", pensé, recién se me ocurría. "¿Por qué
será?"
—Mantendremos las parejas que ustedes mismos han formado. Los que están
solos elegirán compañeros de lucha. Las parejas serán agrupadas en series de
cinco. Cada serie de cinco parejas recibirá la consigna de dominar
determinado asteroide. La pareja que resulte dominadora será la elegida.
Tardé en comprender. Tampoco otros entendieron, alguno preguntó:
—No lo veo claro... ¿Quiere decir que cada grupo de cinco parejas tendrá que
llegar primero a cierto asteroide?
—No. He dicho "dominar"; por dominar se entiende quedar dueño absoluto.
Cada pareja déla serie recibirá los medios para llegar al asteroide y luchar en
él. La pareja que venza a todas las otras, que "domine" en el asteroide, será la
elegida.
—¿Qué quiere decir con "que venza a las otras"? —Favalli preguntó con voz
hostil.
—Que las mate. Eso quiere decir. Nada de abandonos, de rendiciones: matar o
morir.
Quedé aturdido. Busqué el apoyo de Favalli, pero estaba mirando el suelo.
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