Oesterheld, Héctor – El Eternauta y otros cuentos de ciencia ficción
Un silencio. El mano miró al hombre con ojos calmos, como pensándolo.
—Adelántate.
—No.
—Es igual.
El mano apretó una tecla.
El hombre fue empujado hacia adelante por algo a la vez invisible e
irresistible.
—¿Qué opina tu compañero? —el mano miró al vecino del hombre de la cara
afilada, un petiso rechoncho, de aspecto insignificante.
—Este__yo... —el hombrecillo trató de decir algo, pero no pudo.
—Tranquilo, José —el otro trató de calmarlo—. Llegamos al fin del camino,
eso es todo. Y en cierta manera mejor que sea así. Otra vez apretó el mano la
tecla. El hombrecillo fue empujado hacia adelante, quedó lado a lado con el
otro. El mano volvió a mirar a éste:
—¿Quién te crees que eres?¿Acaso un Dios? Por última vez: ¿pelearás o no por
los Ellos?
—¡No!
El mano meneó la cabeza. Apretó otra tecla.
Una vibración en una antena, un relámpago: el hombre del rostro afilado y su
compañero abrieron la boca, una luz cruda los iluminó por un instante, en
seguida sólo se vio la luz, los dos ya no estaban, apenas si humeaba algo sobre
el suelo rocoso...
El hombre de la cara