Oesterheld, Héctor – El Eternauta y otros cuentos de ciencia ficción
nos rodeaba, en la terrible violencia de la explosión, de la que eran mudos
testigos los gigantescos escombros, en los tiroteos, en el vocerío distante.
Como si de pronto nos hubiéramos visto envueltos por un inmenso, brutal
huracán de violencia y de muerte, huracán ante el cual nada podíamos hacer.
—Menos mal que hay ninguna radiactividad... —Favalli trataba de aferrarse a
algo para no perder la razón—. Los Ellos han usado un proyectil "limpio".
También yo traté de no pensar, también yo traté de que el cerebro se ocupara
de algo inmediato para no enloquecer:—Raro que no llegaran antes otros
proyectiles... Nueva York, hasta ahora se había ido salvando.
—Este no es el primer ataque que sufrimos—. El capitán Timer pareció
agradecer la oportunidad de hablar de algo concreto, de no pensar en la
incalculable catástrofe en que estábamos sumergidos—. Nuestros científicos
habían levantado en la frontera un verdadero cinturón de ondas
electromagnéticas... Era el sistema supersecreto en que se basaba nuestra
defensa durante la guerra fría contra Rusia. El cinturón de ondas
electromagnéticas funcionó bastante bien; fueron más de veinte los cohetes
anulados en pleno vuelo... Fue el mismo cinturón de ondas el que salvó a las
grandes ciudades de la nevada mortal que cayó en otras partes d«l mundo.
—¿Nueva York también fue atacada por la nevada mortal? —Favalli había
echado a andar por entre los escombros; Timer y yo lo seguíamos. Cualquiera,
al oírnos hablar, nos habría confundido con tres paseantes...
—Sí, Nueva York fue atacada por la nevada mortal. Pero, como les decía, el
cinturón de ondas electromagnéticas desintegró en la alta atmósfera los copos
radiactivos. Ni una sola partícula cayó a la Tierra.
—¿Y ahora?¿Qué ha pasado para que de pronto el cinturón de ondas haya
dejado de funcionar, para que haya podido pasar el proyectil?
El capit