Oesterheld, Héctor – El Eternauta y otros cuentos de ciencia ficción
No fue fácil evitar que se nos distanciaran: eran hombres jóvenes, bien
adiestrados y en la mejor de las formas. Favalli y yo veníamos desgastados por
días y días de angustias inenarrables, de peligros, de privaciones. Pero
logramos mantener el tren, o por lo menos eso nos pareció: ahora pienso que
alguno de los hombres del capitán Timer se rezagó deliberadamente para que
no nos quedáramos atrás. Por fin los árboles ralearon, la espesura se abrió,
llegamos a un claro entre grandes arbustos cuyas copas se tocaban en lo alto,
como cerrando un vasto recinto. Allí, en un pastizal cuidadosamente segado,
vi la silueta alargada de un avión a chorro como nunca viera antes.
Debía de ser un caza bombardero, porque era grande y macizo. Todo en él
hablaba de velocidades supersónicas.
En cuestión de segundos todos estuvimos adentro; cuando yo me ajustaba el
cinturón en el asiento que me señalaron, junto a Favalli, se me ocurrió un
pensamiento que me dejó perplejo: ¿cómo haríamos para alzar vuelo, si las
copas de los árboles se tocaban por arriba?
Pero hice mal en preocuparme; aquel follaje tan denso no era más que un
camuflaje muy bien preparado, con redes de plástico que simulaban hojas y
ramas. Un momento después sentí el empujón que me sepultaba más y más
contra el asiento, que me apretaba contra el respaldo: estábamos decolando.
Alzamos vuelo en forma casi vertical. Por la ventanilla vi huir el verde allá
abajo, vi cómo el río se achicaba a velocidad fantástica, vi nubes y enseguida
no vi nada más...
Sólo azul, un azul que se hacía
más y más intenso. Estábamos en
plena estratosfera, a quince o
veinte mil metros.
La aceleración dejó de apretarme
contra el respaldo del asiento: ya
estábamos en vuelo horizontal y
pude prestar atención a mi
alrededor. Favalli, en uno de los
asientos vecinos, cabeceaba, ya
dominado a medias por el sueño.
En el asiento delantero adiviné la cabeza de Lena. Tuve por fuerza que pensar
en Elena, en Martita... Otra vez, al alejarme más y más de Buenos Aires, tuve
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