Oesterheld, Héctor – El Eternauta y otros cuentos de ciencia ficción
Dos, cuatro, cinco hombres vestidos como los que viéramos en el bañado —
quizás eran los mismos—, nos rodeaban, apuntándonos con las carabinas
cortas, —No se muevan... Al menor movimiento en falso los acribillamos...
La energía de la expresión, la soltura con que manejaban la carabina,
resultaron más convincentes que la amenaza de las palabras. Favalli y yo
quedamos tal como nos encontraran, completamente congelados.
Uno de los hombres, que debía de ser el jefe aunque vestía igual a los otros, se
me acercó y, con movimiento rápido, me pasó la mano por la nuca. En seguida
me tanteó el cráneo, buscando con especial cuidado en los parietales. Me
pareció que, por un instante, la sorpresa le redondeaba los ojos...
Un momento después Favalli se veía sometido a la misma operación. El
hombre que nos revisara miró a otro algo más bajo, de rostro rechoncho pero
vigoroso. No sé por qué me pareció que aquél sería el jefe de todos: rostro de
párpados hinchados, ojos rasgados, duros... Tenía algo de indio.
—No tienen aparatos directores... —dijo el primer hombre con curioso X