Oesterheld, Héctor – El Eternauta y otros cuentos de ciencia ficción
Pero ya se me tiraba encima.
Quise revolverme y me sacudió con todo: creí que me arrancaba el cráneo. No
sé cómo solté un brazo, traté de golpear , le di, no con mucha fuerza... Me
apartó la mano y tomó impulso para rematarme...
Al momento siguiente ya no estaba más allí: Favalli, con un tremendo golpe,
me lo había sacado de encima.
Y ahí estaba el hombre robot, entre el pasto, totalmente nocaut.
Durante un largo instante estuvimos allí, inmóviles, agazapados contra el
caído, mirando hacia la tienda.
Pero no, nadie salió: el ruido déla breve pelea había pasado inadvertido.
—¿Seguimos? —pregunté.
—Un momento... Si fuéramos tres podríamos hacer mucho más que si
seguimos siendo dos...
—No te entiendo, Fava...
Mi amigo señaló al caído:
—Le arrancaré el telecomando, como tú lo hiciste conmigo... Será un nuevo
compañero... Mostró que sabe pelear.
Mientras hablaba, Favalli dio vuelta al hombre robot, le tomó con fuerza el
aparato insertado en la nuca...
Y tiró.
Salió con inesperada facilidad.
—Pero...
Era para no creerlo: el aparato de telecomando no tenía lengüeta alguna.
Tampoco en la nuca del hombre había ninguna herida. ¡Estaba pegado!
¡Solamente pegado!
Miramos con más atención el pequeño aparato, nos miramos desconcertados.
— ¡Es un simulacro! ¡No es un aparato de telecomando! El hombre robot no
es...
Algo se me incrustó entre los omóplatos.
Alguien, también detrás de Favalli, dominándolo...
Biblioteca de Videastudio – www.videa.com.ar