Oesterheld, Héctor – El Eternauta y otros cuentos de ciencia ficción
—Parece una lona camuflada —murmuré en un hilo de voz.
—Es una lona camuflada... Una tienda: mira los tiros —Favalli tenía la cabeza
más fresca que yo, veía mejor las cosas.
Sí, era una tienda de campaña, baja. Una antena metálica a un lado,
camuflada con enredaderas. Desde arriba sería imposible ver nada.
—Vamos a...
Me interrumpí: algo se había movido, allí a la izquierda.
Un hombre. Un hombre robot igual a los anteriores, armado también con la
infaltable carabina corla.
—Un centinela... —murmuré.
—Sí... en la tienda es posible que esté el Ellos que manda a los hombres robots
que nos buscan...
—No lo sé... Esa antena no se parece a las que vimos antes entre los Ellos...
—También estos hombres robots son diferentes a los otros.
Nos quedamos observando al centinela. Caminaba con cierto desgano. Claro,
estaba en un puesto que podía considerarse de retaguardia y no tenía por qué
mantenerse muy alerta. El centinela fue hasta el extremo del claro, se volvió.
Le vimos entonces, también a él, el telecomando plantado en la nuca. Había
que hacer algo; en cualquier momento podíamos tener encima a los hombres
robots que regresaban del helicóptero incendiado. Contuve el aire en los
pulmones:
—Espérame aquí —dije—. Yo me encargo del centinela.
En otro tiempo lo habría pensado mucho antes de atreverme así, pero ahora
estaba acostumbrado a apostar todo, a apostarme a mí mismo en aquel
desesperado juego: a la vida o a la muerte. Esperé que el centinela se diera
vuelta y me le acerqué con paso rápido; había pasto blando, no hice ruido
alguno.
Lo golpeé con fuerza en la base del cuello y se le doblaron las rodillas. Busqué
de repetir el golpe, pero se agachó en el último momento: le erré. Golpeé otra
vez y ahora se echó para atrás: volví a errar. El me aferró de la muñeca, no
soltó, me tiró del brazo... Me encontré cayendo de cabeza hacia adelante.
"JuJitsu" pensé, tratando de reponerme.
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