Oesterheld, Héctor – El Eternauta y otros cuentos de ciencia ficción
escuchar algo. ¡Hay esperanzas, todavía!
—No... No se haga ilusiones —para qué dejarla soñar; de todos modos pronto
se enteraría de la realidad—. Ya escuché antes esas transmisiones. Son todas
trampas. Terminan dando instrucciones para que todos se reúnan en ciertos
lugares... Los sobrevivientes obedecen y, cuando quieren acordarse, ya se
encuentran rodeados de hombres robots... Es inútil luchar: pronto están ellos
mismos, todos convertidos en hombres robots... Yo lo he visto, y no hace
mucho... Me salvé apenas.
La mujer me miró desconcertada, creo que con rabia porque le quitaba aquella
última luz de esperanza. El chico seguía apretándose contra ella
desesperadamente.
—¿Hombres robots? No entiendo lo que son... —dijo la mujer—. Varias veces
oí hablar de ellos en la radio.
—Los Ellos, los jefes de la invasión a los que nadie, que yo sepa, ha podido ver
todavía, tienen bajo sus órdenes a unos seres inteligentísimos, con manos de
dedos múltiples... Son las manos. Estos, a su vez, manejan a los hombres
robots: son hombres capturados a los que les insertan en la base del cráneo,
en la nuca, un aparato especial provisto de muchas lengüetas que se clavan en
el sistema nervioso... Por medio de ese aparato convierten al cautivo en un
verdadero autómata, capaz de recibir órdenes transmitidas desde muy lejos y
de obedecerlas sin chistar, aun a costa de la propia vida...
No seguí explicándole porque ocultó el rostro entre las manos, juntó la cabeza
contra la del chico y allí quedó, sacudida por enormes o incontrolables
sollozos.
Miré por la ventana. Había sol, el río seguía corriendo igual que siempre, el
verde de las plantas lucía lujoso. Estábamos en invierno pero era un día
hermoso: un día como tantos domingos del recuerdo, con el río lleno de botes,
de lanchas colectivas, de cruceros suntuosos y envidiables... Pero era inútil
dejar de pensar en el drama que nos rodeaba:
—La transmisión de la radio era una trampa... —reiteré.
Aunque, si era una trampa, ¿quién la había interferido? Era algo para