11.Julio
12.Julio
13.Julio
20.Agosto
15.Agosto
16.Agosto
17.Agosto
18.Agosto
19.-
íd………………………………………….……….
Mentira de segunda clase: género negro estropeado
vendido como verde invisible….………………….
25
Mentira de primera clase: recomendación de un
satinete como si fuera de paño fino
75
Compra de un cuello de papel, para hacer juego con
el completo gris…..……………………………………
2
Por vestir el traje con doble forro (mientras el
termómetro marcaba 706 a la sombra)……………
25
Por pararme en una sola pierna durante tres horas,
37,
para exhibir los nuevos pantalones con trabilla, a 12,1/2
1/2
centavos por pierna y por hora……………
Paseo como de costumbre, y regreso con un cliente
(hombre muy grueso)………………………………
50
ídem
íd.
íd.
(estatura
25
mediana)…………………………..
ídem íd. íd. (estatura pequeña y mal
6
pagador)…………
Total………………………………………………
$2,
1/2
…..
95
El punto en disputa de mi cuenta era el muy moderado precio de dos centavos por el
cuello de papel. Doy mi palabra de honor de que no era un precio exagerado. Se trataba de
uno de los cuellos más limpios y bonitos que he visto nunca, y tengo buenas razones para
creer que influyó en la venta de los tres completos grises. Sin embargo, el socio principal de
la firma sólo quiso pagarme un centavo, tomando a su cargo la demostración de cuántos
cuellos podían obtenerse con una hoja de papel de oficio. Inútil señalar que insistí en el
principio de la cosa. Los negocios son los negocios, y deben ventilarse como corresponde.
No alcanzaba a distinguir ningún sistema en el hecho de que me estafaran un centavo (un
evidente fraude del 50 por 100), y mucho menos un método. Abandoné de inmediato el
empleo de los señores Corte y Vuelva, instalándome por mi cuenta en el negocio del Mal
de Ojo, que es una de las ocupaciones ordinarias más lucrativas, respetables e
independientes.
También aquí entraron en juego mi estricta integridad, economía y rigurosas
costumbres comerciales. Pronto me encontré en plena prosperidad, y no tardé en ser muy
conocido y señalado. La verdad es que jamás me metí en negocios sensacionalistas, sino
que me atuve a la antigua y excelente rutina de la profesión en la cual seguiría actualmente
de no ser por un pequeño accidente que sobrevino en el curso de una de las operaciones
habituales de la misma. Toda vez que un avaro rico, o un heredero manirroto, o una
sociedad en bancarrota se decide a construir un palacete, no hay en el mundo mejor cosa
que impedir que lo hagan, y toda persona inteligente sabe cómo arreglárselas para ello. En
realidad, esta intervención constituye la base del Mal de Ojo como profesión. En efecto, tan
pronto como alguna de las partes nombradas proyecta levantar un edificio, nosotros, los
hombres de negocios, adquirimos un bonito rincón del lote donde van a edificarlo,
buscando quedar situados frente al mismo o al lado. Hecho esto, esperamos hasta que el
palacio anda ya por la mitad, y entonces pagamos a un arquitecto de buen gusto para que