Test Drive | Page 552

ingresar a los quince años en la oficina de lo que él llamaba «un respetable comerciante y comisionista en ferretería, que hace excelentes negocios». ¡Excelentes negocios! ¡Excelentes disparates, diría yo! Como consecuencia de esta locura, tuve que volverme dos o tres días después a casa de mi obtusa familia, víctima de un acceso de fiebre y sufriendo los más violentos y peligrosos dolores en la coronilla, vale decir, alrededor de mi órgano del orden. Estuve entre la vida y la muerte durante seis semanas, y los médicos me desahuciaban. Pero, aunque sufrí mucho, quedé muy agradecido. Me había salvado de convertirme en un «respetable comerciante y comisionista en ferretería, que haría excelentes negocios», y bendije la protuberancia que había coadyuvado a mi salvación, así como a la bondadosa mujer que había puesto dicho medio a mi alcance. La mayoría de los chicos se escapan de su casa entre los diez y los doce años, pero yo esperé hasta los dieciséis. Y ni siquiera creo que me hubiese ido, de no oír hablar a mi madre sobre un proyecto de instalarme por mi cuenta con un negocio de almacén. ¡Un negocio de almacén! ¡Nada menos! Inm VF