y tres a la izquierda. Sus estudios se vieron limitados a la poesía de Crabbe105. No tuvo idea
de la maravilla de una pirouette. Para él, un pas de papillon era sólo una concepción
abstracta. Jamás ascendió a lo alto de una colina. Nunca, desd e un campanario, contempló
el esplendor de una metrópolis. El calor era su mortal enemigo. Durante la canícula sus días
eran días de can. Soñaba con llamas y sofocaciones, con una montaña sobre otra, el Pelión
sobre el Osa. Le faltaba el aliento, para decirlo en una palabra; sí, le faltaba el aliento.
Consideraba una extravagancia tocar instrumentos de viento. Fue el inventor de los
abanicos automáticos, de las mangueras de viento, de los ventiladores. Protegió a Du Pont,
el fabricante de fuelles, y murió miserablemente mientras intentaba fumar un cigarro.
Siento profundo interés por su caso, pues simpatizo sinceramente con su suerte.
—Pero aquí —dije, extrayendo desdeñosamente de su receptáculo un cuerpo alto, flaco
y extraño, cuya notable apariencia me produjo una sensación de desagradable
familiaridad—, aquí hay un miserable indigno de conmiseración en esta tierra.
Y diciendo así, para lograr una mejor vista de mi sujeto, lo agarré por la nariz con el
pulgar y el índice, obligándolo a sentarse en el suelo, y lo mantuve en esta forma mientras
continuaba mi monólogo.
—Indigno —repetí— de conmiseración en esta tierra. ¿A quién se le ocurriría
compadecer a una sombra? Por lo demás, ¿no ha tenido el pleno goce de las dichas propias
de los mortales? Fue el creador de los monumentos elevados, de las altas torres donde se
fabrica la metralla, de los pararrayos, de los álamos de Lombardía. Su tratado sobre
Sombras y penumbras lo inmortalizó. Fue distinguido y hábil editor de la obra de South
sobre «los huesos». A temprana edad concurrió al colegio y estudió la ciencia neumática.
De vuelta a casa, no hacía más que hablar y tocar el corno francés. Protegió las gaitas. El
capitán Barclay, que andaba en contra del tiempo, no pudo andar contra él. Sus escritores
favoritos eran Windham y Allbreath, y Phiz su artista preferido106. Murió gloriosamente,
mientras inhalaba gas; levique flatu corrupitur, como la fama pudicitiœ en San Jerónimo107.
Era indudablemente un...
—¿Cómo se atreve... cómo... se... atreve...? —interrumpió el objeto de mi
animadversión, jadeando por respirar y arrancándose con un desesperado esfuerzo el
vendaje de la mandíbula—. ¿Cómo puede usted Mr. Faltaliento, ser tan infernalmente cruel
para sujetarme de esa manera por la nariz? ¿No ve que me han atado la boca? ¡Debería
darse cuenta, si es que se da cuenta de algo, que debo exhalar un enorme exceso de aliento!
Pero, si no lo sabe, siéntese y lo verá. En mi situación representa un grandísimo alivio
poder abrir la boca, explayarse, hablar con una persona como usted que no es de los que se
creen llamados a interrumpir a cada momento el hilo del discurso de su interlocutor. Las
interrupciones son molestas y deberían abolirse. ¿No lo cree usted? ¡Oh, no conteste, por
favor! Basta con que uno solo hable a la vez. Pronto habré terminado, y entonces podrá
empezar usted. ¿Cómo demonios llegó a este lugar, señor? ¡Ni una palabra, le ruego! Llevo
aquí algún tiempo... ¡Terrible accidente! ¿Supo usted de él, presumo? ¡Espantosa
calamidad! Mientras pasaba bajo sus ventanas... hace un tiempo... justamente en la época
en que a usted le dio por el teatro... ¡cosa horrible! ... ¿Oyó alguna vez la expresión «retener
el aliento»? ¡Cállese, le digo! ¡Pues bien... yo retuve el aliento de otra persona! Y eso que
105
Alusión al crab, cangrejo, y a su manera de moverse. (N. del T.)
Wind, viento; Allbreath podría entenderse como «todo aliento»; Phiz alude al sonido de la palabra, como un
escape de aire. (N. del T.)
107
Ternera res in feminis fama pudicitiœ, et quasi flos pulcherrimus, cito ad levem marcescit, levique flatu corrupitur,
maxime, etc. (Hieronymus ad Salviniam).
106