—¡Un ángel sobre la tierra! —pronunció el tercero.
Miré y vi un carruaje abierto que se nos acercaba lentamente y en el cual hallábase
sentada la encantadora visión de la ópera, acompañada por la dama más joven que había
compartido su palco.
—Su compañera es igualmente interesante —dijo el amigo que había hablado primero.
—Ya lo creo, y me parece asombroso —dijo el segundo—. Tiene todavía un aire de lo
más lozano. Claro que el arte hace maravillas... Palabra, se la ve mejor que hace cinco años
en París. Todavía es una hermosa mujer. ¿No le parece, Froissart... quiero decir, Simpson?
—¡Todavía! —exclamé—. Y ¿por qué no habría de ser una hermosa mujer? Pero,
comparada con su amiga, es como una bujía frente a la estrella vespertina... como una