(que, como usted sabe, cubre toda la isla), los obreros desenterraron un bloque cúbico de
granito, evidentemente tallado y que pesaba varios cientos de libras. Hallábase bien
conservado y la convulsión que lo había sumido en la tierra no parecía haberlo dañado. En
una de sus superficies había una placa de mármol con (¡imagínese usted!) una inscripción...
una inscripción legible. Pundit está arrobado. Al desprender la placa apareció una cavidad
conteniendo una caja de plomo donde había diversas monedas, un rollo de papel con
nombres, documentos que tienen el aire de periódicos, y otras cosas de fascinante interés
para el arqueólogo. No cabe duda de que se trata de auténticas reliquias amricanas,
pertenecientes a la tribu de los Knickerbockers. Los diarios arrojados a nuestro globo
contienen facsímiles de las monedas, manuscritos, caracteres tipográficos, etc. Copio para
diversión de usted la inscripción Knickerbocker de la placa de mármol:
Esta piedra fundamental de un monumento
a la memoria de
JORGE WASHINGTON
fue colocada con las debidas ceremonias el
19 de octubre de 1847,
aniversario de la rendición de
Lord Cornwallis
al General Washington en Yorktown,
AD. 1781,
bajo los auspicios de la
Asociación pro monumento a Washington
de la ciudad de Nueva York.
La precedente es traducción verbatim hecha por Pundit en persona, de modo que no
puede haber error. De estas pocas palabras preservadas surgen varios importantes tópicos
de conocimiento, entre los cuales el no menos interesante es que, hace mil años, los
verdaderos monumentos habían caído en desuso —lo cual estaba muy bien— y la gente se
contentaba, como hacemos nosotros ahora, con una mera indicación de sus intenciones de
erigir un monumento en tiempos venideros colocando cuidadosamente una piedra
fundamental, «solitaria y sola» (me excusará usted por citar al gran poeta amricano
Benton), como garantía de tan magnánima intención. Asimismo, de esa admirable piedra
extraemos la seguridad del cómo, el dónde y el qué de la gran rendición de que en ella se
habla. En cuanto al dónde, fue en Yorktown (dondequiera que se hallara), y por lo que
respecta al qué, se trataba del general Cornwallis (sin duda algún acaudalado comerciante
en granos86). No hay duda de que se rindió. La inscripción conmemora la rendición de...
¿de quién? Pues de «Lord Cornwallis». La única cuestión está en saber por qué querían los
salvajes que se rindiera. Pero si recordamos que se trataba indudablemente de caníbales,
llegamos a la conclusión de que lo querían para hacer salchichas. En cuanto al cómo de la
rendición, ningún lenguaje podría ser más explícito. Lord Cornwallis se rindió (para servir
de salchicha) «bajo los auspicios de la Asociación pro monumento a Washington»,
institución caritativa ocupada en colocar piedras fundamentales... ¡Santo Dios! ¿Qué
ocurre? ¡Ah, ya veo, el globo se está viniendo abajo y tendremos que posarnos en el mar!
Sólo me queda tiempo, pues, para agregar que, después de una rápida lectura de los
86
Corn, grano o cereal. (N. del T.)