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un millón de años; imposible suponer otra cosa, pese a lo cual aquellos astrónomos antiguos se dejaban engañar al punto de creer que una curvatura bien marcada habíase hecho visible en el breve período de la historia astronómica en ese mero punto, en esa absoluta nada de dos o tres mil años. ¡Cuan incomprensible es que consideraciones como las presentes no les indicaran inmediatamente la verdad de las cosas... o sea, la revolución binaria de nuestro sol y de Alpha Lyrae en torno a un centro común de gravedad! 7 de abril.- Continuamos anoche nuestras diversiones astronómicas. Vimos con mucha claridad los cinco asteroides neptunianos y observamos con sumo interés la colocación de una pesada imposta sobre dos dinteles en el nuevo templo de Dafnis, en la luna. Resultaba divertido pensar que criaturas tan pequeñas como los selenitas y tan poco parecidas a los hombres muestran un ingenio mecánico muy superior al nuestro. Cuesta además concebir que las enormes masas que aquellas gentes manejan fácilmente sean tan livianas como nuestra razón nos lo enseña. 8 de abril.- ¡Eureka! Pundit resplandece de alegría. Un globo de Kanadaw nos habló hoy, arrojándonos varios periódicos recientes. Contienen noticias sumamente curiosas sobre antigüedades kanawdienses o más bien amricanas. Presumo que estará usted enterado de que numerosos obreros se ocupan desde hace varios meses en preparar el terreno para una nueva fuente en Paraíso, el principal jardín privado del emperador. Parece ser que Paraíso, hablando literalmente, fue en tiempos inmemoriales una isla —vale decir que su límite norte estuvo siempre constituido (hasta donde lo indican los documentos) por un riacho o más bien un angosto brazo del mar—. Este brazo se fue ensanchando gradualmente hasta alcanzar su amplitud actual de una milla. El largo total de la isla es de nueve millas; el ancho varía mucho. Toda el área (según dice Pundit) hallábase, hace unos ochocientos años, densamente cubierta de casas, algunas de las cuales tenían hasta veinte pisos; por alguna razón inexplicable se consideraba la tierra como especialmente preciosa en esta vecindad. Empero, el desastroso terremoto del año 2050 desarraigó y asoló de tal manera la ciudad (pues era demasiado grande para llamarle poblado), que los más infatigables arqueólogos no pudieron obtener jamás elementos suficientes (como monedas, medallas o inscripciones) para establecer la más nebulosa teoría concerniente a las costumbres, modales, etc., etc., de los aborígenes. Puede decirse que todo lo que sabemos de ellos es que constituían parte de la tribu salvaje de los Knickerbockers85, que infestaba el continente en la época de su descubrimiento por Recorder Riker, uno de los caballeros del Vellocino de Oro. No eran completamente incivilizados, sino que cultivaban diversas artes e incluso ciencias, pero a su manera. Se dice que eran muy perspicaces en ciertos aspectos pero atacados por la extraña monomanía de construir lo que en el antiguo amricano se llamaba «iglesias», o sea, unas especies de pagodas instituidas para la adoración de dos ídolos denominados Riqueza y Moda. Al final, nueve décimas partes de la isla no eran más que iglesias. Las mujeres, según parece, estaban extrañamente deformadas por una protuberancia de la región donde la espalda cambia de nombre, aunque se consideraba que esto era el colmo de la belleza, cosa inexplicable. Se han conservado milagrosamente una o dos imágenes de tan singulares mujeres. Tienen un aire muy raro... algo entre un pavo y un dromedario. En fin, tales eran los pocos detalles que poseíamos acerca de los antiguos Knickerbockers. Parece, sin embargo, que al cavar en el centro del jardín del Emperador 85 Se denomina así a los descendientes de las primeras familias holandesas que se establecieron en los Estados Unidos. (N. del T.)