Mellonta tauta
Al director del Lady’s Book:
Tengo el honor de enviarle para su revista un artículo que
espero sea usted capaz de comprender más claramente que yo. Es
una traducción hecha por mi amigo Martin Van Buren Navis
(llamado «El brujo de Poughkeepsie») de un manuscrito de extraña
apariencia que encontré hace aproximadamente un año dentro de
un porrón tapado, flotando en el Mare Tenebrarum —mar bien
descrito por el geógrafo nubio, pero rara vez visitado en nuestros
días, salvo por los trascendentalistas y los buscadores de
extravagancias. Suyo,
EDGAR A. POE
A bordo del globo Skylark, 1. ° de abril de 2848
Ahora, mi querido amigo, por sus pecados tendrá que soportar le inflija una larga carta
chismosa. Le digo claramente que voy a castigarlo por todas sus impertinencias y que seré
tan tediosa, tan discursiva, tan incoherente y tan insatisfactoria como pueda. Además, aquí
estoy, enjaulada en un sucio globo, con cien o doscientos miembros de la canaille,
realizando una excursión de placer (¡qué idea divertida tiene alguna gente del placer!), y
sin perspectiva de tocar tierra firme durante un mes por lo menos. Nadie con quien hablar.
Nada que hacer. Cuando una no tiene nada que hacer, ha llegado el momento de escribir a
los amigos. Comprende usted, entonces, por qué le escribo esta carta: a causa de mi ennui y
de sus pecados.
Prepare sus lentes y dispóngase a aburrirse. Pienso escribirle todos los días durante este
odioso viaje.
¡Ay! ¿Cuándo visitará el pericráneo humano alguna Invención? ¿Estamos condenados
para siempre a los mil inconvenientes del globo? ¿Nadie ideará un modo más rápido de
transporte? Este trote lento es, en mi opinión, poco menos que una verdadera tortura.
¡Palabra, no hemos hecho más de cien millas desde que partimos! Los mismos pájaros nos
dejan atrás, por lo menos algunos de ellos. Le aseguro que no exagero nada. Nuestro
movimiento, sin duda, parece más lento de lo que realmente es, por no tener objetos de
referencia para calcular nuestra velocidad, y porque vamos a favor del viento.
Indudablemente, cuando encontramos otro globo tenemos una posibilidad de advertir cuan
rápido volamos, y entonces, lo admito, las cosas no parecen tan mal. Acostumbrada como
estoy a este modo de viajar, no puedo evitar una especie de vértigo cuando un globo pasa
en una corriente situada directamente encima de la nuestra. Siempre me parece un inmenso
pájaro de presa a punto de caer sobre nosotros y de llevarnos en sus garras. Esta mañana
pasó uno, a la salida del sol, y tan cerca que su cuerda-guía rozó la red que sujeta la
barquilla, causándonos seria aprensión. Nuestro capitán dijo que, si el material del globo
hubiera sido la mala «seda» barnizada de quinientos o mil años atrás, hubiéramos sufrido