derecho de la abertura antes mencionada.
Al no recibir respuesta de Mr. Buckingham, la momia se volvió malhumorada a Mr.
Gliddon y, con tono perentorio, le preguntó qué diablos pretendíamos todos.
Mr. Gliddon le contestó detalladamente en idioma fonético; y si no fuera por la
carencia de caracteres jeroglíficos en las imprentas norteamericanas, me hubiese encantado
reproducir aquí su excelentísimo discurso en la forma original.
Aprovecharé la ocasión para hacer notar que la conversación con la momia se
desarrolló en egipcio antiguo; tanto yo como los otros miembros no eruditos del grupo
contamos con los señores Gliddon y Buckingham como intérpretes. Estos caballeros
hablaban la lengua materna de la momia con inimitable fluidez y gracia; pero no pude dejar
de observar que (a causa, sin duda, de la introducción de imágenes modernas, vale decir
absolutamente novedosas para el egipcio) ambos eruditos se veían obligados en ocasiones a
emplear formas concretas para explicar determinadas cosas. Mr. Gliddon, por ejemplo, no
pudo hacer comprender en cierto momento al egipcio la palabra «política» hasta que no
hubo dibujado en la pared, con un carbón, un diminuto caballero de nariz llena de verrugas,
con los codos rotos, subido a una tribuna, la pierna izquierda echada hacia atrás, el brazo
derecho tendido hacia adelante, cerrado el puño y los ojos vueltos hacia el cielo, mientras la
boca se abría en un ángulo de noventa grados. Del mismo modo, Mr. Buckingham no
consiguió hacerle entender la noción absolutamente moderna de whig hasta que el doctor
Ponnonner le sugirió el medio adecuado; nuestro amigo se puso sumamente pálido, pero
consintió en quitarse la peluca75.
Se comprenderá fácilmente que el discurso de Mr. Gliddon versó principalmente sobre
los grandes beneficios que el desempaquetamiento y destripamiento de las momias había
proporcionado a la ciencia, aprovechando esto para excusarnos de todos los inconvenientes
que pudiéramos haber causado en especial a la momia llamada Allamistakeo; concluyó
sugiriendo finamente (pues apenas era una insinuación) que, una vez explicadas estas cosas,
muy bien podíamos continuar con el examen proyectado.
Al oír esto, el doctor Ponnonner se puso a preparar sus instrumentos.
Pero parece ser que Allamistakeo tenía ciertos escrúpulos de conciencia —cuya
naturaleza no pude llegar a comprender— con respecto a la sugestión del orador. Mostróse,
sin embargo, satisfecho de las excusas ofrecidas y, bajándose de la mesa, estrechó las
manos de todos los presentes.
Terminada esta ceremonia, nos ocupamos inmediatamente de reparar los daños que el
bisturí había ocasionado en nuestro sujeto. Le cosimos la herida de la frente, le vendamos el
pie y le aplicamos una pulgada cuadrada de esparadrapo negro en la punta de la nariz.
Notóse entonces que el conde (tal parecía ser el título de Allamistakeo) temblaba
ligeramente, sin duda a causa del frío. El doctor se trasladó al punto a su guardarropa,
volviendo con una magnífica chaqueta negra, admirablemente cortada por Jennings; un par
de pantalones de tartán celeste con trabillas, una camisa de guinga color rosa, un chaleco de
brocado, un abrigo corto blanco, un bastón con puño, un sombrero sin alas, botas de charol,
guantes de cabritilla de color paja, un monóculo, un par de patillas y una corbata del
modelo en cascada. Dada la disparidad de tamaño entre el conde y el doctor (que se
hallaban en proporción de dos a uno), tuvimos alguna dificultad para disponer aquellas
prendas en la persona del egipcio; pero, una vez vestido, hubiera podido decirse que lo
75
Poe hace un juego de palabras con wig, peluca., y whig, partido político norteamericano formado hacia
1834. (N. del T.)