Gallery mostraron que la revolución de aquellas paletas no sólo no impulsaba la máquina,
sino que impedía su vuelo. La única fuerza de propulsión evidente era el ímpetu adquirido
durante el descenso por el plano inclinado, y este ímpetu llevaba más lejos a la máquina
cuando las paletas estaban inmóviles que cuando funcionaban, hecho suficientemente
demostrativo de la inutilidad de estas últimas. Como es natural, en ausencia de la fuerza
propulsora, que era al mismo tiempo sustentadora, la máquina se veía obligada a
descender.
»Esta última consideración movió a Sir George Cayley a adaptar una hélice a alguna
máquina que tuviera una fuerza sustentadora independiente: en una palabra, a un globo.
Aquella idea sólo tenía la novedad de su especial aplicación práctica. Sir George exhibió un
modelo en el Instituto Politécnico. El principio propulsor se aplicaba aquí a superficies
discontinuas o paletas giratorias. El aparato tenía cuatro paletas, que en la práctica
resultaron completamente ineficaces para mover el globo o ayudarlo en su ascensión. El
proyecto resultó, pues, un fracaso completo.
»En esta coyuntura, Mr. Monck Mason (cuyo viaje de Dover a Weilburg a bordo del
globo Nassau provocara tanto entusiasmo en 1837), concibió la idea de aplicar el principio
de la rosca o hélice de Arquímedes a los efectos de la propulsión en el aire, atribuyendo
correctamente el fracaso de los modelos de Mr. Henson y de Sir George Cayley a la
interrupción de la superficie en las paletas independientes. Llevó a cabo la primera
experiencia pública en los salones de Willis, pero más tarde trasladó su modelo a la
Adelaide Gallery.
»A semejanza del globo de Sir George, su globo era elipsoidal. Tenía trece pies y seis
pulgadas de largo por seis pies y ocho pulgadas de alto. Contenía unos trescientos veinte
pies cúbicos de gas; si se introducía hidrógeno puro, éste podía soportar veintiuna libras
inmediatamente después de haber sido inflado el globo, antes de que el gas se estropeara o
escapara. El peso total de la máquina y el aparato era de diecisiete libras, dejando un
margen de unas cuatro libras. Por debajo del centro del globo había una armazón de madera
liviana de unos nueve pies de largo, unida al globo por una red como las que se usan
habitualmente para ese fin. La barquilla, de mimbre, hallábase suspendida del armazón.
»La hélice consistía en un eje hueco de bronce de dieciocho pulgadas de largo, en el
cual, sobre una semiespiral inclinada en un ángulo de quince grados, pasaba una serie de
radios de alambre de acero de dos pies de largo, que se proyectaban a un pie de distancia a
cada lado. Dichos radios estaban unidos en sus puntos por dos bandas de alambre aplanado,
constituyendo así el armazón de la hélice, la cual se completaba mediante un forro de seda
impermeabilizada, cortada de manera de seguir la espiral y presentar una superficie
suficientemente unida. La hélice hallábase sostenida en los dos extremos de su eje por
brazos de bronce, que descendían del armazón superior. Dichos brazos tenían orificios en la
parte inferior, donde los pivotes del eje podían girar libremente. De la porción del eje más
cercana a la barquilla salía un vástago de acero que conectaba la hélice con el engranaje de
una máquina a resorte fijada en la barquilla. Haciendo funcionar este resorte o cuerda se
lograba que la hélice girara a gran velocidad, comunicando un movimiento progresivo a la
aeronave. Gracias a un timón se hacía tomar a ésta cualquier rumbo. El resorte era
sumamente fuerte comparado con sus dimensiones y podía levantar cuarenta y cinco libras
de peso sobre un rodillo de cuatro pulgadas de diámetro en la primera vuelta, aumentando
gradualmente su poder a medida que adquiría velocidad. Pesaba en total ocho libras y seis
onzas. El gobernalle consistía en un marco liviano de caña cubierto de seda, parecido a una
raqueta; tenía tres pies de largo y un pie en su parte más ancha. Pesaba dos onzas. Podía