—«Muy poco después de esta aventura encontramos un continente de vastísima
extensión y prodigiosa solidez, el cual descansaba enteramente sobre el lomo de una vaca
color celeste que tenía no menos de cuatrocientos cuernos»56.
—Esto sí lo creo —dijo el califa—, pues he leído algo por el estilo en algún libro.
—«Pasamos por debajo de este continente, nadando entre las piernas de la vaca, y
horas después nos encontramos en una región maravillosa que, según me informó el
animal-hombre, era su propio país, habitado por seres de su misma especie. Esto aumentó
muchísimo el concepto que de él tenía y empecé a avergonzarme del desprecio y la
familiaridad con que lo había tratado hasta ahora. En efecto, descubrí que los animaleshombres constituían una nación de grandes magos que vivían con la cabeza llena de
gusanos57, los cuales sin duda servían para estimularlos con sus dificultosos retorcimientos
y coletazos, a fin de que alcanzaran los más asombrosos grados de imaginación.»
—¡Disparates! —dijo el califa.
—«Entre los magos había diversos animales domésticos de lo más singulares. Por
ejemplo, vimos un enorme caballo cuyos huesos eran de hierro y tenía agua hirviendo por
sangre. En lugar de maíz lo alimentaban con piedras negras; a pesar de esa dura dieta era
tan fuerte y veloz como para arrastrar una carga más pesada que el más grande de los
templos de esta ciudad, a una velocidad que superaba la de la mayoría de los pájaros»58.
—¡Paparruchas! —dijo el califa.
—«Entre esas gentes vi una gallina sin plumas más grande que un camello; en vez de
carne y huesos era de hierro y ladrillos; su sangre, como la del caballo (al que mucho se
parecía) era agua hirviendo, y, como él, sólo comía madera y piedras negras. Esta gallina
producía con frecuencia un centenar de pollos en un solo día; después de nacidos se
instalaban durante varias semanas en el estómago de su madre»59.
—¡Dislates! —dijo el califa.
—«Un miembro de esta nación de brujos creó un hombre de bronce, madera y cuero,
dándole tanta inteligencia que hubiera vencido al ajedrez a toda la humanidad, con
excepción del gran califa Harun Al Raschid60. Otro de estos magos construyó con
materiales parecidos una criatura capaz de avergonzar el genio de su propio creador: tan
grandes eran sus poderes razonantes que, en un segundo, efectuaba cálculos que hubieran
requerido el trabajo de cincuenta mil hombres de carne y hueso durante un año61. Pero otro
mago todavía más asombroso fabricó una fortísima criatura que no era ni hombre ni bestia,
pero que tenía cerebro de plomo mezclado con una sustancia negra como la pez y dedos
que actuaban con tan increíble velocidad y destreza que no hubiera tenido dificultad en
escribir veinte mil copias del Corán en una hora; todo esto con una precisión tan exquisita
que no se hubiera podido encontrar un solo ejemplar que se diferenciara de los otros en el
ancho de un cabello. Esta criatura era de una fuerza prodigiosa, al punto que creaba y
destruía de un soplo los imperios más poderosos; pero sus aptitudes se aplicaban
indistintamente al bien y al mal.»
56
«La tierra está sostenida por una vaca azul, que tiene cuernos en número de cuatrocientos» (El Corán).
El Entozoa, gusano intestinal, ha sido repetidas veces observado en los músculos y en la materia gris
humana (cf. Wyatt, Fisiología, pág. 143).
58
En el gran ferrocarril del Noroeste, entre Londres y Exeter, se ha alcanzado una velocidad de 71
millas por hora. Un tren que pesaba 90 toneladas corrió de Puddington a Didcot (53 millas) en 51 minutos.
59
La incubadora.
60
El autómata jugador de ajedrez, de Maelzel.
61
La máquina calculadora de Babbage.
57