Test Drive | Page 334

—¡Hum! —dijo nuevamente el califa; pero Scheherazade no le prestó atención y siguió hablando con las palabras de Simbad: —«Más allá de esta isla llegamos a un país donde había una caverna que entraba treinta o cuarenta millas en las entrañas de la tierra y que contenía mayores, más grandes y magníficos palacios que los existentes en Damasco y Bagdad juntas. Del techo de estos palacios colgaban miríadas de gemas, semejantes a diamantes, pero más grandes que un hombre; entre las calles llenas de torres, pirámides y templos, corrían inmensos ríos negros como el ébano, pululantes de peces sin ojos41». —¡Hum! —dijo el califa. —«Nadamos luego a una región del mar donde hallamos una elevadísima montaña, de cuyas laderas caían torrentes de metal fundido, algunos de ellos de doce millas de ancho y sesenta de largo42; de un abismo en lo alto surgían cantidades tales de cenizas, que el sol había quedado completamente oculto en el cielo, y estaba más oscuro que en la más tenebrosa medianoche; aun a ciento cincuenta millas de aquella montaña era imposible ver el más blanco de los objetos, aunque lo pusiéramos contra los ojos»43. —¡Hum! —dijo el califa. —«Luego de alejarnos de esta costa, la bestia continuó su viaje hasta llegar a una tierra donde la naturaleza de las cosas parecía haberse invertido, pues vimos un gran lago en cuyo fondo, a más de cien pies bajo la superficie, florecía con toda su vegetación un bosque de altos y exuberantes árboles»44. —¡Hola! —dijo el califa. —«Cientos de millas más allá encontramos un clima donde la atmósfera era tan densa que sostenía el hierro o el acero, tal como el nuestro sostiene una pluma»45. —¡Azúcar! —dijo el califa. su vista es indescriptiblemente extraña y desolada. Una inmensidad de fragmentos de árboles, convertidos en piedra, tan duros que los cascos del caballo les arrancan un sonido como de acero, se extiende por millas y millas hacia todos lados, en forma de floresta arruinada y caída. La madera tiene una coloración muy oscura, pero conserva perfectamente su forma; los trozos miden de uno a quince pies de largo y de medio a tres pies de espesor, y están tan juntos que un asno puede abrirse apenas camino entre ellos; tan natural es su aspecto que, de hallarse en Escocia o Irlanda, se tendría la impresión de estar frente a un pantano desecado, en el cual los árboles exhumados se pudren al sol. En muchos casos las raíces y los brotes son perfectos, viéndose en algunos los agujeros causados por los gusanos en la corteza. Los más delicados canales de la savia y las partes más finas del centro de los troncos no presentan la menor alteración, como se comprueba examinándolos con las más poderosas lentes de aumento. El conjunto se ha petrificado a tal punto, que raya el cristal y admite un pulimento completo (Revista Asiática). 41 La caverna del Mamut, en Kentucky. 42 En Islandia, en l783. 43 «Durante la erupción del Hecla, en 1766, las nubes de ceniza produjeron una oscuridad tan grande que, en Glaumba, situada a más de cincuenta leguas de la montaña, la gente sólo podía encontrar tanteando su camino. Durante la erupción del Vesubio en 1794, en Caserta, a cuatro leguas de distancia, sólo se podía andar a la luz de las antorchas. El 1o. de mayo de 1812, una nube de cenizas y arenas, brotadas de un volcán en la isla de San Vicente, cubrió la totalidad de las Barbados, extendiendo sobre ellas una oscuridad tal que, a mediodía y al aire libre, no se percibían los árboles ni los objetos más cercanos; ni siquiera un pañuelo blanco colocado a seis pulgadas de los ojos» (Murray, pág. 215, Phil. edit.). 44 «En 1790, durante un terremoto en Caracas, parte del suelo de granito se hundió, formando el lecho de un lago de ochocientas yardas de diámetro y de ochenta a cien pies de profundidad. Formaba parte del bosque de Aripao, que se hundió con él, y los árboles se mantuvieron verdes bajo el agua durante varios meses» (Murray, pág. 221). 45 Bajo la acción del soplete el acero más duro se reduce a un polvo impalpable, que flota en la atmósfera.