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testimonios de su favor, y llegó por fin a molestarse en enseñarme los rudimentos de lo que sería vano denominar un lenguaje; pero gracias a ello me fue posible hacerme entender de aquella criatura y expresarle mis ardientes deseos de ver el mundo. »—Patapún catabón tirilín Simbad, mantantirulirulá rataplán chin pún —me dijo cierto día, después de cenar—. Pero me apresuro a pedir mil perdones, pues olvidaba que Vuestra Majestad ignora el dialecto de los “cockneys” (como se denominaban los animaleshombres, quizá porque su lenguaje constituía el eslabón entre el caballo y el gallo38). Con vuestro permiso lo traduciré: “Patapún catabón”, etc., significa: “Me alegra descubrir, querido Simbad, que eres un excelente individuo; por nuestra parte, estamos cumpliendo ahora algo que se llama circunnavegación del globo, y ya que tienes tantos deseos de ver mundo, cerraré los ojos y te daré un pasaje gratis en el lomo de la bestia”. El Isitsöornot declara que, cuando la dama Scheherazade hubo llegado a este punto, el califa se volvió sobre el lado derecho y dijo: —Ciertamente, querida reina, es muy sorprendente que hayas omitido hasta ahora estas últimas aventuras de Simbad. ¿Sabes que las encuentro tan entretenidas como extrañas? Habiéndose expresado así el califa, según nos cuentan, la hermosa Scheherazade continuó su relato con las siguientes palabras: —«Agradecí su gentileza al animal-hombre —dijo Simbad— y pronto me hallé muy a mi gusto sobre la bestia, que nadaba a velocidad prodigiosa a través del océano, a pesar de que éste, en la parte del mundo donde nos hallábamos, no era plano, sino redondo como una granada, por lo cual puede decirse que todo el tiempo subíamos y bajábamos por él.» —Esto me parece sumamente raro —interrumpió el califa. —Empero, es muy cierto —replicó Scheherazade. —Lo dudo —dijo el monarca—, pero ruégote que tengas la bondad de seguir con tu relato. —Así lo haré —continuó la reina—. «La bestia —continuó Simbad— nadaba hacia arriba y abajo, hasta que llegamos a una isla de muchos cientos de millas de circunferencia que, a pesar de su tamaño, había sido levantada en mitad del océano por una colonia de pequeños seres semejantes a las orugas»39. —¡Hum! —dijo el califa. —«Al abandonarla isla —continuó Simbad (pues Scheherazade no hizo caso de aquella intempestiva interjección de su esposo)— llegamos a otra donde había bosques de piedra tan duros que rompían el filo de las hachas más templadas, con las cuales tratamos de cortar sus árboles»40. 38 Cockneys, denominación popular de los londinenses. Poe lo escribe Cockneigh, o sea, gallo-relincho. (N. del T.) 39 La coralina. 40 «Una de las más notables curiosidades naturales de Tejas es un bosque petrificado cerca de la cabecera del río Pasigno. Hay allí varios centenares de árboles erectos, que se han vuelto de piedra. Algunos árboles, en curso de crecimiento, se hallan ya parcialmente petrificados. He aquí un hecho sorprendente para la filosofía natural, que debería inducirla a modificar la teoría usual de la petrificación» (Kennedy). Esta noticia, recibida primeramente con incredulidad, ha sido corroborada por el descubrimiento de una entera selva petrificada cerca de la cabecera del río Cheyenne o Chienne, que nace en las Colinas Negras de las Montañas Rocosas. Quizá no haya en todo el globo espectáculo más notable, tanto desde el punto de vista geológico como pintoresco, que el ofrecido por el bosque petrificado vecino a El Cairo. Luego de pasar frente a las tumbas de los califas, situadas más allá de las puertas de la ciudad, el viajero toma hacia el sur, casi en ángulo recto con el camino que va a Suez por el desierto, y luego de atravesar unas diez millas de un valle bajo y estéril, cruza una serie de médanos que durante un trecho han corrido paralelamente a él. La escena que se presenta entonces a