luego los restantes agujeros y sobre cada uno coloqué los barriles correspondientes.
»Fuera de los artículos enumerados, llevé secretamente al depósito uno de los aparatos
perfeccionados de Grimm, para la condensación del aire atmosférico. Descubrí, sin
embargo, que esta máquina requería diversas transformaciones antes de que se adaptara a
las finalidades a que pensaba destinarla. Pero, con mucho trabajo e inflexible perseverancia,
logré finalmente completar felizmente todos mis preparativos. Muy pronto el globo estuvo
terminado. Contendría más de cuarenta mil pies cúbicos de gas y podría remontarse
fácilmente con todos mis implementos, y, si maniobraba hábilmente, con ciento setenta y
cinco libras de lastre. Le había aplicado tres capas de barniz, encontrando que la batista
tenía todas las cualidades de la seda, siendo tan resistente como ésta y mucho menos cara.
»Una vez todo listo, logré que mi mujer jurara guardar el secreto de todas mis acciones
desde el día en que había visitado por primera vez el puesto de libros. Prometiéndole volver
tan pronto como las circunstancias lo permitieran, le di el poco dinero que me había
quedado y me despedí de ella. No me preocupaba su suerte, pues era lo que la gente califica
de mujer fuera de lo común, capaz de arreglárselas en el mundo sin mi ayuda. Creo,
además, que siempre me consideró como un holgazán, como un simple complemento, sólo
capaz de fabricar castillos en el aire, y que no dejaba de alegrarla verse libre de mí. Era
noche oscura cuando le dije adiós, y, llevando conmigo, como aides de camp, a los tres
acreedores que tanto me habían hecho sufrir, transportamos el globo,