acerca de un tema que jamás ha dejado de interesarle y apasionarlo, mantuve mi atención
clavada en la carta. Confiaba así a mi memoria los detalles de su apariencia exterior y de su
colocación en el tarjetero; pero terminé además por descubrir algo que disipó las últimas
dudas que podía haber abrigado. Al mirar atentamente los bordes del papel, noté que
estaban más ajados de lo necesario. Presentaban el aspecto típico de todo papel grueso que
ha sido doblado y aplastado con una plegadera, y que luego es vuelto en sentido contrario,
usando los mismos pliegues formados la primera vez. Este descubrimiento me bastó. Era
evidente que la carta había sido dada vuelta como un guante, a fin de ponerle un nuevo
sobrescrito y un nuevo sello. Me despedí del ministro y me marché en seguida, dejando
sobre la mesa una tabaquera de oro.
»A la mañana siguiente volví en busca de la tabaquera, y reanudamos placenteramente
la conversación del día anterior. Pero, mientras departíamos, oyóse justo debajo de las
ventanas un disparo como de pistola, seguido por una serie de gritos espantosos y las voces
de una multitud aterrorizada. D... corrió a una ventana, la abrió de par en par y miró hacia
afuera. Por mi parte, me acerqué al tarjetero, saqué la carta, guardándola en e