errores al hacer tomar a ambas series de eventos distintas direcciones; lo mismo que, en
aritmética, un error que en sí mismo es insignificante, por mera multiplicación en los
distintos pasos de un proceso llega a producir un resultado enormemente alejado de la
verdad. Con respecto a la primera parte de las suposiciones, no debemos olvidar que el
cálculo de probabilidades al cual me referí antes prohíbe toda idea de la prolongación del
paralelismo, y lo hace con una fuerza y decisión proporcionales a la medida en que dicho
paralelo se ha mostrado hasta entonces exacto y acertado. Es ésta una de esas proposiciones
anómalas que, reclamando en apariencia un pensar diferente del pensar matemático, sólo
puede ser plenamente abarcada por una mente matemática. Nada más difícil, por ejemplo,
que convencer al lector corriente de que el hecho de que el seis haya sido echado dos veces
por un jugador de dados, basta para apostar que no volverá a salir en la tercera tentativa. El
intelecto rechaza casi siempre toda sugestión en este sentido. No se acepta que dos tiros ya
efectuados, y que pertenecen por completo al pasado, puedan influir sobre un tiro que sólo
existe en el futuro. Las probabilidades de echar dos seises parecen exactamente las mismas
que en cualquier otro momento, vale decir que sólo están sometidas a la influencia de todos
los otros tiros que pueden producirse en el juego de dados. Esta reflexión parece tan obvia
que las tentativas de contradecirla son casi siempre recibidas con una sonrisa despectiva
antes que con atención respetuosa. No pretendo exponer aquí, dentro de los límites de este
trabajo, el craso error involucrado en esa actitud; para los que entienden de filosofía, no
necesita explicación. Baste decir que forma parte de una infinita serie de engaños que
surgen en la senda de la razón, por culpa de su tendencia a buscar la verdad en el detalle.