que cabe suponer es que este hombre vive, y que lo que le impide darse a conocer es el
miedo de que lo acusen del asesinato. Esta razón es la que influye sobre él actualmente, en
esta última fase de la investigación, ya que los testimonios han señalado que se le vio con
Marie; pero no tenía ninguna influencia en el período inmediato al crimen. El primer
impulso de un inocente hubiera sido denunciar el ultraje y ayudar a identificar a los
culpables. Era lo que correspondía. El hombre había sido visto con la joven. Cruzó el río
con ella en un ferryboat. Aun para un atrasado mental la denunc ia de los asesinos era el
único y más seguro medio de librarse personalmente de toda sospecha. No podemos
imaginarlo, en la noche del domingo fatal, inocente y a la vez ignorante del atentado que
acababa de cometerse. Y, sin embargo, sólo cabría suponer esas circunstancias para
concebir que hubiese dejado de denunciar a los asesinos en caso de hallarse con vida.
»¿Qué medios tenemos para llegar a la verdad? A medida que sigamos adelante los
veremos multiplicarse y ganar en claridad. Cribemos hasta el fondo la cuestión de la
primera escapatoria. Documéntemenos sobre la historia de “el oficial”, con sus
circunstancias actuales y sus andanzas en el momento preciso del asesinato. Comparemos
cuidadosamente entre sí las distintas comunicaciones enviadas al diario de la noche, cuyo
objeto era inculpar a una pandilla. Hecho esto, comparemos dichas comunicaciones, tanto
desde el punto de vista del estilo como de su presentación, con las enviadas al diario de la
mañana, en un período anterior, y que tenían por objeto insistir con vehemencia en la
culpabilidad de Mennais. Cumplido todo esto, comparemos el total de esas comunicaciones
con papeles escritos de puño y letra por el susodicho oficial. Tratemos de asegurarnos,
mediante repetidos interrogatorios a madame Deluc y a sus hijos, así como a Valence, el
conductor del ómnibus, de más detalles sobre la apariencia personal del “hombre de la tez
morena”. Hábilmente dirigidas, estas indagaciones no dejarán de extraer informaciones
sobre estos puntos particulares (o sobre otros), que incluso los interrogados pueden no saber
que están en condiciones de proporcionar. Y sigamos entonces la huella del bote recogido
por el lanchero en la mañana del lunes veintitrés de junio, bote que fue retirado, sin el
timón, del depósito de lanchas, a escondidas del empleado de turno y en un momento
anterior al descubrimiento del cadáver. Con la debida precaución y perseverancia daremos
infaliblemente con ese bote, pues no sólo el lanchero que lo encontró puede identificarlo,
sino que tenemos su timón. El gobernalle de un bote de vela no hubiera sido abandonado
fácilmente, si se tratara de alguien que no tenía nada que reprocharse. Y aquí haré un
paréntesis para insinuar un detalle. El hallazgo del bote a la deriva no fue anunciado en el
momento. Conducido discretamente al depósito de lanchas, fue retirado con la misma
discreción. Pero su propietario o usuario, ¿cómo pudo saber, en la mañana del martes y sin
ayuda de ningún anuncio, dónde se hallaba el bote, salvo que supongamos que está
vinculado de alguna manera con la marina, y que esa vinculación personal y permanente le
permitía enterarse de sus menores novedades, de sus mínimas noticias locales?
»Al hablar del asesino solitario, que arrastra a su víctima hasta la costa, he sugerido ya
la posibilidad de que hubiera hecho uso de un bote. Podemos sostener ahora que Marie
Rogêt fue echada al agua desde un bote, lo cual me parece lógico, ya que no cabía confiar
el cadáver a las aguas poco profundas de la costa. Las peculiares marcas de la espalda y
hombros de la víctima apuntan a las cuadernas del fondo de un bote. También corrobora
esta idea el que el cadáver fuera encontrado sin un peso atado como lastre. De haber sido
echado al agua en la costa, le hubieran agregado algún peso. Cabe suponer que la falta del
mismo se debió a un descuido del asesino, que olvidó llevarlo consigo al alejarse río
adentro. En el momento de lanzar el cuerpo al agua debió de advertir su olvido, pero no