puntos de la ciudad y alrededores. Pero sólo al cuarto día de la desaparición se tuvieron las
primeras noticias concretas. Ese día (miércoles, 25 de junio), un señor Beauvais17, que en
unión de un amigo había estado haciendo indagaciones sobre Marie cerca de la Barrière du
Roule, en la orilla del Sena opuesta a la rue Pavee Saint André, fue informado de que unos
pescadores acababan de extraer y llevar a la orilla un cadáver que había aparecido flotando
en el río. En presencia del cuerpo, y luego de alguna vacilación, Beauvais lo identificó
como el de la muchacha de la perfumería. Su amigo la reconoció antes que él.
El rostro estaba cubierto de sangre coagulada, parte de la cual salía de la boca. No se
advertía ninguna espuma, como ocurre con los ahogados. Los tejidos celulares no estaban
decolorados. Alrededor de la garganta se advertían magulladuras y huellas de dedos. Los
brazos estaban doblados sobre el pecho y rígidos. La mano derecha aparecía cerrada; la
izquierda, abierta en parte. En la muñeca izquierda había dos excoriaciones circulares,
aparentemente causadas por cuerdas o por una cuerda pasada dos veces. Parte de la muñeca
derecha aparecía también muy excoriada, lo mismo que toda la espalda y en especial los
omoplatos. Al traer el cuerpo a la orilla los pescadores lo habían atado con una soga, pero
ninguna de las excoriaciones había sido producida por ésta. El cuello aparecía sumamente
hinchado. No se veía ninguna herida, ni contusiones que provinieran de golpes. Alrededor
del cuello se encontró un cordón atado con tanta fuerza que no se alcanzaba a distinguirlo,
de tal modo estaba incrustado en la carne; había sido asegurado con un nudo situado
exactamente debajo de la oreja izquierda. Esto solo hubiera bastado para provocar la
muerte. El testimonio médico dejó expresamente establecida la virtud de la difunta,
expresando que había sido sometida a una brutal violencia. Al ser encontrado el cuerpo se
hallaba en un estado que no impedía su identificación por parte de sus conocidos.
Las ropas de la víctima aparecían llenas de desgarrones y en desorden. Una tira de un
pie de ancho había sido arrancada del vestido, desde el ruedo de la falda hasta la cintura,
pero no desprendida por completo. Aparecía arrollada tres veces en la cintura y asegurada
mediante una especie de ligadura en la espalda. La bata que Marie llevaba debajo del
vestido era de fina muselina; una tira de dieciocho pulgadas de ancho había sido arrancada
por completo de esta prenda, de manera muy cuidadosa y regular. Dicha tira apareció
alrededor del cuello, pero no apretada, aunque había sido asegurada con un nudo firmísimo.
Sobre la tira de muselina y el cordón había un lazo procedente de una cofia, que aún
colgaba de él. Dicho lazo estaba asegurado con un nudo de marinero, y no con el que
emplean las señoras.
Luego de identificado, el cadáver no fue conducido a la morgue, como se
acostumbraba, ya que la formalidad parecía superflua, sino enterrado presurosamente no
lejos del lugar donde fuera extraído del agua. Gracias a los esfuerzos de Beauvais, el asunto
se mantuvo cuidadosamente en secreto y transcurrieron varios días antes de que el interés
público despertara. Un semanario, sin embargo18, se ocupó por fin del tema; exhumóse el
cadáver, procediéndose a un nuevo examen del mismo, pero nada se agregó a lo
anteriormente conocido. Mas esta vez se mostraron las ropas a la madre y amigos de Marie,
quienes las identificaron como las que vestía la muchacha al abandonar su casa.
La agitación, entre tanto, aumentaba de hora en hora. Numerosas personas fueron
arrestadas y puestas nuevamente en libertad. St. Eustache, en especial, provocaba vivas
sospechas, pues en un comienzo fue incapaz de explicar satisfactoriamente sus
17
18
Crommelin.
El Mercury, de Nueva York.