la puerta de la habitación. Algunos sostienen que transcurrieron tres minutos; otros calculan
cinco. Costó mucho violentar la puerta.
»Alfonso Garcio, empresario de pompas fúnebres, habita en la rue Morgue. Es de
nacionalidad española. Formaba parte del grupo que entró en la casa. No subió las
escaleras. Tiene los nervios delicados y teme las consecuencias de toda agitación. Oyó las
voces que disputaban. La más ruda pertenecía a un francés. No pudo comprender lo que
decía. La voz aguda era la de un inglés; está seguro de esto. No comprende el inglés, pero
juzga basándose en la entonación.
»Alberto Montani, confitero, declara que fue de los primeros en subir las escaleras. Oyó
las voces en cuestión. la voz ruda era la de un francés. Pudo distinguir varias palabras. El
que hablaba parecía reprochar alguna cosa. No pudo comprender las palabras dichas por la
voz más aguda, que hablaba rápida y desigualmente. Piensa que se trata de un ruso.
Corrobora los testimonios restantes. Es de nacionalidad italiana. Nunca habló con un nativo
de Rusia.
»Nuevamente interrogados, varios testigos certificaron que las chimeneas de todas las
habitaciones eran demasiado angostas para admitir el paso de un ser humano. Se pasaron
“deshollinadores” —cepillos cilíndricos como los que usan los que limpian chimeneas—
por todos los tubos existentes en la casa. No existe ningún pasaje en los fondos por el cual
alguien hubiera podido descender mientras el grupo subía las escaleras. El cuerpo de
mademoiselle L’Espanaye estaba tan firmemente encajado en la chimenea, que no pudo ser
extraído hasta que cuatr