enigmático en sus detalles... si es que en realidad se trata de un asesinato. La policía está
perpleja, lo cual no es frecuente en asuntos de esta naturaleza. Pero resulta imposible hallar
la más pequeña clave del misterio.»
La edición vespertina del diario declaraba que en el quartier Saint-Roch reinaba una
intensa excitación, que se había practicado un nuevo y minucioso examen del lugar del
hecho, mientras se interrogaba a nuevos testigos, pero que no se sabía nada nuevo. Un
párrafo final agregaba, sin embargo, que un tal Adolphe Lebon acababa de ser arrestado y
encarcelado, aunque nada parecía acusarlo, a juzgar por los hechos detallados.
Dupin se mostraba singularmente interesado en el desarrollo del asunto; o por lo menos
así me pareció por sus maneras, pues no hizo el menor comentario. Tan sólo después de
haberse anunciado el arresto de Lebon me pidió mi parecer acerca de los asesinatos.
No pude sino sumarme al de todo París y declarar que los consideraba un misterio
insoluble. No veía modo alguno de seguir el rastro al asesino.
—No debemos pensar en los modos posibles que surgen de una investigación tan
rudimentaria —dijo Dupin—. La policía parisiense, tan alabada por su penetración, es muy
astuta pero nada más. No procede con método, salvo el del momento. Toma muchas
disposiciones ostentosas, pero con frecuencia éstas se hallan tan mal adaptadas a su
objetivo que recuerdan a Monsieur Jourdain, que pedía sa robe de chambre... pour mieux
entendre la musique. Los resultados obtenidos son con frecuencia sorprendentes, pero en su
mayoría se logran por simple diligencia y actividad. Cuando éstas son insuficientes, todos
sus planes fracasan. Vidocq, por ejemplo, era hombre de excelentes conjeturas y
perseverante. Pero como su pensamiento carecía de suficiente educación, erraba
continuamente por el excesivo ardor de sus investigaciones. Dañaba su visión por mirar el
objeto desde demasiado cerca. Quizá alcanzaba a ver uno o dos puntos con singular
acuidad, pero procediendo así perdía el conjunto de la cuestión. En el fondo se trataba de un
exceso de profundidad, y la verdad no siempre está dentro de un pozo. Por el contrario,
creo que, en lo que se refiere al conocimiento más importante, es invariablemente
superficial. La profundidad corresponde a los valles, donde la buscamos, y no a las cimas
montañosas, donde se la encuentra. Las formas y fuentes de este tipo de error se
ejemplifican muy bien en la contemplación de los cuerpos celestes. Si se observa una
estrella de una ojeada, oblicuamente, volviendo hacia ella la porción exterior de la retina
(mucho más sensible a las impresiones luminosas débiles que la parte interior), se verá la
estrella con claridad y se apreciará plenamente su brillo, el cual se empaña apenas la
contemplamos de lleno. Es verdad que en este último caso llegan a nuestros ojos mayor
cantidad de rayos, pero la porción exterior posee una capacidad de recepción mucho más
refinada. Por causa de una indebida profundidad confundimos y debilitamos el
pensamiento, y Venus misma puede llegar a borrarse del firmamento si la escrutamos de
manera demasiado sostenida, demasiado concentrada o directa.
»En cuanto a esos asesinatos, procedamos personalmente a un examen antes de
formarnos una opinión. La encuesta nos servirá de entretenimiento (me pareció que el
término era extraño, aplicado al caso, pero no dije nada). Además, Lebon me prestó cierta
vez un servicio por el cual le estoy agradecido. Iremos a estudiar el terreno con nuestros
propios ojos. Conozco a G..., el prefecto de policía, y no habrá dificultad en obtener el
permiso necesario.
La autorización fue acordada, y nos encaminamos inmediatamente a la rue 5