hija. Había conversado frecuentemente con ellas. Estaba seguro de que la voz aguda no
pertenecía a ninguna de las difuntas.
»Odenheimer, restaurateur. Este testigo se ofreció voluntariamente a declarar. Como
no habla francés, testimonió mediante un intérprete. Es originario de Amsterdam. Pasaba
frente a la casa cuando se oyeron los gritos. Duraron varios minutos, probablemente diez.
Eran prolongados y agudos, tan horribles como penosos de oír. El testigo fue uno de los
que entraron en el edificio. Corroboró las declaraciones anteriores en todos sus detalles,
salvo uno. Estaba seguro de que la voz más aguda pertenecía a un hombre y que se trataba
de un francés. No pudo distinguir las palabras pronunciadas. Eran fuertes y precipitadas,
desiguales y pronunciadas aparentemente con tanto miedo como cólera. La voz era áspera;
no tanto aguda como áspera. El testigo no la calificaría de aguda. La voz más gruesa dijo
varias veces: sacré, diable, y una vez Mon Dieu!
»Jules Mignaud, banquero, de la firma Mignaud e hijos, en la calle Deloraine. Es el
mayor de los Mignaud. Madame L’Espanaye poseía algunos bienes. Había abierto una
cuenta en su banco durante la primavera del año 18... (ocho años antes). Hacía frecuentes
depósitos de pequeñas sumas. No había retirado nada hasta tres días antes de su muerte, en
que personalmente extrajo la suma de 4.000 francos. La suma le fue pagada en oro y un
empleado la llevó a su domicilio.
»Adolphe Lebon, empleado de Mignaud e hijos, declara que el día en cuestión
acompañó hasta su residencia a madame L’Espanaye, llevando los 4.000 francos en dos
sacos. Una vez abierta la puerta, mademoiselle L. vino a tomar uno de los sacos, mientras la
anciana señora se encargaba del otro. Por su parte, el testigo saludó y se retiró. No vio a
persona alguna en la calle en ese momento. Se trata de una calle poco importante, muy
solitaria.
»William Bird, sastre, declara que formaba parte del grupo que entró en la casa. Es de
nacionalidad inglesa. Lleva dos años de residencia en París. Fue uno de los primeros en
subir las escaleras. Oyó voces que disputaban. La más ruda era la de un francés. Pudo
distinguir varias palabras, pero ya no las recuerda todas. Oyó claramente: sacré y mon
Dieu. En ese momento se oía un ruido como si varias personas estuvieran luchando, era un
sonido de forcejeo, como si algo fuese arrastrado. La voz aguda era muy fuerte, mucho más
que la voz ruda. Está seguro de que no se trataba de la voz de un inglés. Parecía la de un
alemán. Podía ser una voz de mujer. El testigo no comprende el alemán.
»Cuatro de los testigos nombrados más arriba fueron nuevamente interrogados,
declarando que la puerta del aposento donde se encontró el cadáver de mademoiselle L.
estaba cerrada por dentro cuando llegaron hasta ella. Reinaba un profundo silencio; no se
escuchaban quejidos ni rumores de ninguna especie. No se vio a nadie en el momento de
forzar la puerta. Las ventanas, tanto de la habitación del frente como de la trasera, estaban
cerradas y firmemente aseguradas por dentro. Entre ambas habitaciones había una puerta
cerrada, pero la llave no estaba echada. La puerta que comunicaba la habitación del frente
con el corredor había sido cerrada con llave por dentro. Un cuarto pequeño situado en el
frente del cuarto piso, al comienzo del corredor, apareció abierto, con la puerta entornada.
La habitación estaba llena de camas viejas, cajones y objetos por el estilo. Se procedió a
revisarlos uno por uno, no se dejó sin examinar una sola pulgada de la casa. Se enviaron
deshollinadores para que exploraran las chimeneas. La casa tiene cuatro pisos, con
mansardes. Una trampa que da al techo estaba firmemente asegurada con clavos y no
parece haber sido abierta durante años. Los testigos no están de acuerdo sobre el tiempo
transcurrido entre el momento en que escucharon las voces que disputaban y la apertura de