«EXTRAÑOS ASESINATOS.—Esta mañana, hacia las tres, los habitantes del quartier
Saint-Roch fueron arrancados de su sueño por los espantosos alaridos procedentes del
cuarto piso de una casa situada en la rue Morgue, ocupada por madame L’Espanaye y su
hija, mademoiselle Camille L’Espanaye. Como fuera imposible lograr el acceso a la casa,
después de perder algún tiempo, se forzó finalmente la puerta con una ganzúa y ocho o diez
vecinos penetraron en compañía de dos gendarmes. Por ese entonces los gritos habían
cesado, pero cuando el grupo remontaba el primer tramo de la escalera se oyeron dos o más
voces que discutían violentamente y que parecían proceder de la parte superior de la casa.
Al llegar al segundo piso, las voces callaron a su vez, reinando una profunda calma. Los
vecinos se separaron y empezaron a recorrer las habitaciones una por una. Al llegar a una
gran cámara situada en la parte posterior del cuarto piso (cuya puerta, cerrada por dentro
con llave, debió ser forzada), se vieron en presencia de un espectáculo que les produjo tanto
horror como estupefacción.
»EL aposento se hallaba en el mayor desorden: los muebles, rotos, habían sido
lanzados en todas direcciones. El colchón del único lecho aparecía tirado en mitad del piso.
Sobre una silla había una navaja manchada de sangre. Sobre la chimenea aparecían dos o
tres largos y espesos mechones de cabello humano igualmente empapados en sangre y que
daban la impresión de haber sido arrancados de raíz. Se