Los crímenes de la calle Morgue
La canción que cantaban las sirenas,
o el nombre que adoptó Aquiles cuando
se escondió entre las mujeres, son
cuestiones enigmáticas, pero que no se
hallan más allá de toda conjetura.
SIR THOMAS BROWNE
Las características de la inteligencia que suelen calificarse de analíticas son en sí
mismas poco susceptibles de análisis. Sólo las apreciamos a través de sus resultados. Entre
otras cosas sabemos que, para aquel que las posee en alto grado, son fuente del más vivo
goce. Así como el hombre robusto se complace en su destreza física y se deleita con
aquellos ejercicios que reclaman la acción de sus músculos, así el analista halla su placer en
esa actividad del espíritu consistente en desenredar. Goza incluso con las ocupaciones más
triviales, siempre que pongan en juego su talento. Le encantan los enigmas, los acertijos,
los jeroglíficos, y al solucionarlos muestra un grado de perspicacia que, para la mente
ordinaria, parece sobrenatural. Sus resultados, frutos del método en su forma más esencial y
profunda, tienen todo el aire de una intuición. La facultad de resolución se ve posiblemente
muy vigorizada por el estudio de las matemáticas, y en especial por su rama más alta, que,
injustamente y tan sólo a causa de sus operaciones retrógradas, se denomina análisis, como
si se tratara del análisis par excellence. Calcular, sin embargo, no es en sí mismo analizar.
Un jugador de ajedrez, por ejemplo, efectúa lo primero sin esforzarse en lo segundo. De ahí
se sigue que el ajedrez, por lo que concierne a sus efectos sobre la naturaleza de la
inteligencia, es apreciado erróneamente. No he de escribir aquí un tratado, sino que me
limito a prologar un relato un tanto singular, con algunas observaciones pasajeras;
aprovecharé por eso la oportunidad para afirmar que el máximo grado de la reflexión se ve
puesto a prueba por el modesto juego de damas en forma más intensa y beneficiosa que por
toda la estudiada frivolidad del ajedrez. En este último, donde las piezas tienen
movimientos diferentes y singulares, con varios y variables valores, lo que sólo resulta
complejo es equivocadamente confundido (error nada insólito) con lo profundo. Aquí se
trata, sobre todo, de la atención. Si ésta cede un solo instante, se comete un descuido que da
por resultado una pérdida o la derrota. Como los movimientos posibles no sólo son
múltiples sino intrincados, las