de habla inglesa sólo usan la palabra «glass», vidrio, para referirse a dicho instrumento.
Comprendí que se trataba de aplicar un catalejo desde un lugar definido y que no admitía
variación. Tampoco dudé de que las expresiones «cuarenta y un grados trece minutos» y
«nornordeste» constituían las indicaciones para la orientación del catalejo. Grandemente
excitado por estos descubrimientos, volví en seguida a casa, me proporcioné un catalejo y
retorné a la roca.
»Deslizándome sobre la cornisa vi que sólo en una posición era posible mantenerme
sentado. Este hecho confirmaba mis suposiciones. Me dispuse entonces a servirme del
catalejo. Por supuesto, los «cuarenta y un grados trece minutos» sólo podían referirse a la
elevación sobre el horizonte visible, ya que la dirección horizontal quedaba claramente
indicada por la palabra «nornordeste». Establecí este rumbo mediante una brújula de
bolsillo, y luego, apuntando el catalejo en un ángulo de elevación lo más próximo posible a
cuarenta y un grados, lo moví con todo cuidado hacia arriba y abajo, hasta que me llamó la
atención un orificio o apertura en el follaje de un gran árbol que sobrepujaba a todos los
otros a la distancia. Noté que en el centro de dicho agujero se veía una mancha blanca, pero
al principio no logré distinguir lo que era. Por fin, ajustando mejor el catalejo, volví a mirar
y comprobé que se trataba de un cráneo humano.
»Este descubrimiento me llenó de tal entusiasmo que consideré resuelto el enigma, ya
que la frase «tronco principal, séptima rama, lado este», sólo podía referirse a la posición
del cráneo en el árbol, mientras «tirad del ojo izquierdo de la cabeza del muerto» no
admitía a su turno más que una interpretación, vinculada a la búsqueda de un tesoro
escondido. Comprendí que se trataba de dejar caer una bala o un peso cualquiera desde el
ojo izquierdo del cráneo, y que una «línea de abeja» o, en otras palabras, una línea recta,
debía ser tendida desde el punto más cercano del tronco a través «del tiro», o sea el lugar
donde cayera la bala, y extendida desde allí a una distancia de cincuenta pies, donde
indicaría un punto preciso; debajo de dicho punto era por lo menos posible encontrar algún
depósito valioso.»
—Todo esto es sumamente claro —dije—y muy senc