brillo de sus ojos, esas páginas, leves y doradas, tornáronse más opacas que el plomo
saturnino. Y aquellos ojos brillaron cada vez con menos frecuencia sobre las páginas que
yo escrutaba. Ligeia cayó enferma. Los extraños ojos brillaron con un fulgor demasiado,
demasiado magnífico; los pálidos dedos adquirieron la transparen