melancólicamente, miraba en sí mismo y a veces en torno; fue así como reunió el material
para el futuro Escarabajo de oro, aprovechando el pintoresco escenario que rodeaba al
fuerte Moultrie, en la Carolina, donde pasó la mayor parte de ese tiempo y donde la
adolescencia quedó irrevocablemente atrás.
Juventud
El soldado Edgar A. Perry —pues con ese alias se había enganchado— se condujo
irreprochablemente en las filas y no tardó en ser ascendido a sargento mayor. El tedio
insoportable de aquella mediocre compañía humana, con la cual se veía obligado a alternar
y su invariable resolución de consagrarse a la literatura, para la cual requería tiempo,
bibliotecas, contactos estimulantes, lo forzaron finalmente a reanudar relaciones con John
Allan. Poe se había alistado por cinco años y aún le faltaban tres; pidió entonces a Allan
que escribiera a sus jefes manifestando su conformidad en caso de que lo relevaran de su
puesto. Allan no le contestó, y poco después Edgar fue transferido a Virginia. Muy cerca de
su casa, ansioso por ver a su «madre», cada vez más enferma, comprendió que Allan no
toleraría su baja si continuaba hablando de una carrera literaria. Optó entonces por un
compromiso momentáneo, pensando que quizá Allan apoyara su ingreso a la academia
militar de West Point. Era una carrera, y una bella carrera. Allan aceptó. Pero en aquellos
días Poe iba a sufrir el segundo gran dolor de su vida. «Mamá» Frances Allan murió
mientras él estaba en el cuartel; un mensaje de Allan llegó demasiado tarde para cumplir la
voluntad de la moribunda, que había reclamado hasta el fin la presencia de Edgar. Ni
siquiera le fue dado a éste ver su cadáver. Frente a su tumba (tan cerca de la de «Helen»,
tan cerca ambas en su corazón), no pudo resistir y cayó inanimado; los criados negros
debieron llevarlo en brazos hasta el carruaje.
El ingreso de Edgar en West Point fue precedido por una visita a Baltimore en busca y
reconocimiento de su verdadera familia, que, frente a la mala voluntad de su guardián,
asumía para él una importancia creciente. Implacable en su secreta decisión, buscaba
asimismo publicar Al Aaraaf, largo poema en el cual depositaba infundadas esperanzas.
Puede decirse que es éste un momento crucial en la vida de Poe, aunque sus biógrafos no lo
hagan notar quizá porque no es dramático ni teatral como tantos otros. Pero en mayo de
1829, solo, con el escaso dinero que le ha dado Allan para vivir y tramitar el no fácil
ingreso a West Point, Edgar se lanza a establecer los primeros contactos sólidos con
editores y directores de revistas. Como era de suponer, no pudo editar su poema por falta de
fondos. En medio de las más angustiosas apreturas, acabó yéndose a vivir a casa de su tía
María Clemm, donde también residían Mrs. David Poe, abuela paterna de Edgar, el
hermano mayor de éste (personaje borroso que moriría a los veinticuatro años y en quien la
herencia familiar se acusó más rápida y violentamente) y los hijos de Mrs. Clemm, Henry y
la pequeña Virginia, que habría de constituir el complejo y jamás resuelto enigma de la vida
del poeta.
De Mrs. Clemm es casi innecesario adelantar que fue en todo sentido el ángel guardián
de Edgar, su verdadera madre (como habría de decirlo en un soneto), la «Muddie» de las
horas negras y de los años tortuosos. Edgar se incorporó al mísero hogar que María Clemm
sostenía con labores de aguja y la caridad de parientes y vecinos, sin aportar más que su
juventud y sus esperanzas. «Muddie» lo aceptó desde el primer momento como si
comprendiera que Edgar la necesitaba en más de un sentido, y se encariñó con él a un punto
que el resto de este relato mostrará cabalmente. Gracias a la buhardilla que compartía con