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de una a otra estación. Están, por lo demás, muy bien aparejados, quizá mejor que un balandro, que está expuesto a volcar, y con viento en popa corren por las praderas, con rapidez igual, si no superior a la de un expreso. En pocos instantes se concluyó el trato entre mister Fogg y el patrón de esa embarcación terrestre. El viento era bueno. Soplaba del Oeste muy frescachón. La nieve estaba endurecida, y Mudge tenía grandes esperanzas de llegar en pocas horas a la estación de Omaha, donde los trenes son frecuentes y las vías numerosas en dirección a Chicago y Nueva York. No era difícil que pudiera ganarse el atraso; por consiguiente, no debía vacitarse en intentar la aventura. No queriendo mister Fogg exponer a mistress Aouida a los tormentos de una travesía al aire libre, con el frío, que la velocidad había de hacer más insoportable, le propuso quedarse con Picaporte en la estación de Kearney, desde donde el buen muchacho la traería a Europa, por mejor camino y en mejores condiciones. Mistress Aouida se negó a separarse de mister Fogg, y Picaporte se alegró mucho de esta determinación. En efecto, por nada en el mundo hubiera querido separarse de su amo, puesto que Fix le acompañaba. En cuanto a lo que entonces pensaba el inspector de policía, sería difícil decirlo. ¿Su convicción estaba quebrantada por el regreso de Phileas Fogg, o bien lo consideraba como un bribón de gran talento, por creer que después de cumplida la vuelta al mundo, estaría absolutamente seguro en Inglaterra? Tal vez la opinión de Fix, respecto de Phileas Fogg, se había modificado; pero no por eso estaba menos decidido a cumplir con su deber, y, más impaciente que todos, a ayudar con todas sus fuerzas el regreso a Inglaterra. A las ocho, el trineo estaba dispuesto a marchar. Los viajeros, casi puede decirse los pasajeros, tomaron asiento, muy envueltos en sus mantas de viaje. Las dos inmensas velas estaban izadas,y al impulso del viento el vehículo corría sobre la endurecida nieve a razón de cuarenta millas por hora. La distancia que separa el fuerte Kearney de Omaba es en línea recta, a vuelo de abeja, como dicen los americanos, de doscientas millas lo más. Manteniendose el viento, esta distancia podía recorrerse en cinco horas, y no ocurriendo ningún incidente, el trineo debía estar en Omaha a la una de la tarde. ¡Qué travesía! Los viajeros, apiñados, no podían hablarse. El frío, acrecentado por la velocidad, les hubiera cortado la palabra. El trineo corría tan ligeramente sobre la superficie de la llanura, como un barco sobre las aguas, pero sin marejada. Cuando la brisa llegaba rasando la tierra, parecía que el trineo iba a ser levantado del suelo por sus espantosas velas cual alas de inmensa envergadura. Mudge se mantenía, por medio del timón, en la línea recta y con un golpe de espadilla rectificaba los borneos que el aparejo tendía a producir. Todo el velamen daba presa al viento. El foque, desviado, no estaba cubierto por la cangreja. Se levantó una cofa y dando al viento un cuchillo, se aumentó la fuerza del impulso de las demás velas. No podía calcularse la velocidad matemáticamente; pero era seguro que no bajaba de las cuarenta millas por hora. -Si nada se rompe --dijo Mudge-, llegaremos. Y Mudge tenía inerés en llegar dentro del plazo convenido, porque mister Fogg, fiel a su sistema, lo había engolosinado con una crecida oferta. La pradera por donde corría el trineo era tan llana, que parecía un inmenso estanque helado. El ferrocarril que cruzaba por esa región subía del Suroeste al Noroeste por Grand-lsland, Columbus, ciudad importante de Nebraska, Schuyler, Fremon y luego Omaha. Seguía en todo su trayecto por la orilla derecha del rio Platte. El trineo, atajando, recorría la cuerda del arco descrito por la vía férrea. Mudge no podía verse detenido por el río Platte, en el recodo que Página 98