Test Drive | Page 77

aceras, en medio de la calle, en las vías del tranvía, a pesar del paso incesante de coches y ómnibus, en el umbral de las tiendas, en las ventanas de las casas, y aun en los tejados, había una multitud innumerable. En medio de los grupos circulaban hombres-carteles, y por el aire ondeaban banderas y banderolas, oyéndose una gritería inmensa por todoslados. -¡Hurra por Kamerfield! -¡Hurra por Madiboy! Era un mitin-, al menos, así lo pensó Fix, que transmitió su creencia a mister Fogg, añadiendo: -Quizá haremos bien en no meternos entre esa batahola, porque sólo se reparten golpes. -En efecto -respondió Phileas Fogg-; y los puñetazos, porque tengan el carácter de politicos, no dejan de ser puñetazos. Fix creyó conveniente sonreír al oír esta observación, y a fin de ver sin ser atropellados, mistress Aouida, Phileas Fogg y él tomaron sitio en el descanso superior de unas gradas que dominaban la calle. Delante de ellos, y en la acera de enfrente, entre la tienda de un carbonero y un almacén de petróleo, se extendía un ancho mostrador al aire libre, hacia el cual convergían las diversas corrientes de la multitud. ¿Y por qué aquel mitin? ¿Con qué motivo se celebraba? Phileas Fogg lo ignoraba absolutamente. ¿Se trataba del nombramiento de un alto funcionario militar o civil, de un gobernador de Estado o de un miembro del Congreso? Pen-nitido era conjeturarlo, al ver la animación extraordinaria que tenía agitada a la población entera. En aquel momento, hubo entre la multitud un movimiento considerable. Todas las manos estaban al aire. Algunas de ellas, sólidamente cerradas, se elevaban y bajaban, al parecer, entre vociferaciones, maneras enérgicas, sin duda de formular un voto. Aquella masa de gente estaba agitada por remolinos que semejaban las olas del mar. Las banderas oscilaban, desaparecían un momento y reaparecían hechas jirones Las ondulaciones de la marejada se propagaban hasta la escalera, mientras que todas las cabezas cabrilleaban en la superficie como la mar movida súbitamente por un chuasco. El número de sombreros bajaba a la vista, y casi todos parecían haber perdido su natural normal. -Esto es evidentemente un mitin --dijo Fix-, y la cuestión que lo ha provocado debe ser palpitante No me extrañaría que se tratase nuevamente la cuestión del "Alabamá", aunque está resuelta. -Tal vez -repitió sencillamente mister Fog. -En todo caso --repuso Fix-, hay dos campeones en la liza: el honorable Kamerfield y el honorable Madiboy. Mistress Aouida, asida del brazo de Phileas Fogg, miraba con sorpresa aquella escena tumultuosa y Fix iba a preguntar a uno de sus vecinos la razón de aquella efervescencia popular, cuando se pronunció un movimiento más decidido. Redoblaron los vítores sazonados con injurias. Los mastiles de las banderas se transformaron en armas ofensivas. Ya no había manos, sino puños, en todas partes. Desde lo alto de los coches detenidos y de los ómnibus interceptados en su marcha, se repartían sendos porrazos. Todo servía de proyectil. Botas y zapatos describían por el aire largas trayectorias, y hasta pareció que algunos revólveres mezclaban con las vociferaciones sus detonaciones nacionales. Aquella barahúnda se acercó a la escalera y afluyó sobre las primeras gradas. Uno de los partidarios era evidentemente rechazado, sin que los simples espectadores pudieran reconocer si la ventaja estaba de parte de Madiboy o de Kamerfield. --Creo prudente retirarnos --dijo Fix, que no tenía empeño en que su hombre recibiese un mal golpe o se mezclase en un mal negocio-. Si se trata en todo esto de Inglaterra, y nos llegan a conocer, nos veremos muy comprometidos en el tumulto. Página 77